Por Narciso Isa Conde
Oigo hablar a gente que se de dice de avanzada, incluso de izquierda y/o
progresista, de “reforma fiscal” y de “pacto social”; ambos términos acuñados
por el gobierno, por las organizaciones del gran empresariado y por el texto de
la llamada Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, instrumento
jurídico-político de esas fuerzas dominantes y de la recolonización neoliberal.
Entonces vale preguntar: ¿están actuando como factores alternativos al
neoliberalismo con la debida independencia del modelo en crisis?, ¿es ese un
lenguaje realmente diferenciador?
Sabemos que las palabras revelan formas de pensar y de proceder,
¿Cuál es el significado de la posición presentada desde el Palacio Nacional
por Danilo Medina?
La verdad es que en absoluto es algo que podría ser calificado de
reforma fiscal. Es un típico paquete
tributario, de esos conocidos en el mundo actual como paquetazos.
En lo fundamental no se ha
propuesto ni una nueva política de gasto ni una revisión y reformulación de la
las líneas oficiales en materia de endeudamiento público, externo e interno.
Predomina la continuidad de lo peor en ambos aspectos.
En cuanto al tema de los impuestos, el proyecto gubernamental tiene
mucho de regresivo, de impuestos al consumo y transferibles al consumo, lo que
equivale a contrarreforma.
Así las cosas, no debería calificarse de reforma, ni menos aun denominar “reforma fiscal” lo que está bailando en el Congreso.
Carece de fundamento, por demás, hablar en esta materia de posibilidad de “pacto social” después de lo
acontecido. Hasta ahora ha primado –y nada indica que en lo adelante no será
peor- la imposición gubernamental, la dictadura institucionalizada desde la
relación Poder Ejecutivo y Poder Legislativo, en detrimento del clamor de la
sociedad y del sentido de justicia y equidad.
El gobierno ni siquiera respetó el carácter concertador que la
despreciable Constitución vigente le otorga al llamado Consejo de de Desarrollo
Económico y Social. Se burló, sin importarle el costo político de esa actitud
despótica, de aquellos/as que confiaron en ese espacio institucional para
pactar, que no es precisamente mi caso.
- Del Consejo ignorado al Congreso pervertido.
Allí sencillamente se dejó hablar a los/as que disentían, a lo sumo se
simuló oir lo que se decían, pero en verdad no se quiso escuchar lo principal
ni se tuvo en cuenta la contra-propuesta mayoritaria o unánime.
Puro entretenimiento, puro teatro, para terminar presentando lo que el
Poder Ejecutivo y la cúpula del PLD quiso; y para presentárselo a un Congreso
controlado por ellos/as. A un organismo de peor calaña, donde no existen
espacios para pactos que reivindiquen en algo lo popular, lo nacional, lo
justo, lo equitativo…
Ese Congreso –dicho sin ambigüedad- es una mugre conservadora. No nos
representa. Entre sus integrantes abundan violadores, criminales, asesinos de
mujeres, corruptos/as, mercaderes de la política, narco-políticos…todos/as
impunes con el respaldo o el silencio cómplice de la mayoría. Son los/as del
contrato ominoso con la Barrick y de otros tantos parecidos. Los que ahora
discuten una ley para facilitar la privatización del agua.
A nivel del gobierno central y de sus cuerpos policiales y militares la
cosa es bien parecida, como también en los resortes claves del poder judicial,
electoral y mediático.
- ¿Con quienes “pactar”?
¿Con quienes entonces “concertar” una “reforma justa o equitativa”?
Eso es pura fantasía, por no decir ganas de hablar baba y de perder
tiempo y energía.
A lo sumo el seudo-pacto será entre los de arriba a nivel de Estado y
del gran capital privado, siempre contra los de abajo y los del medio de la
pirámide social. Jamás justo y equitativo.
En el contexto de este Estado, de sus instituciones podridas y de su
relación carnal con la gran burguesía transnacional y local, y con las mafias
de todo tipo, no existe la más mínima posibilidad de pactos sociales de ese
tipo, ni fiscal, ni educacional, ni eléctrico.
Es erróneo apostar a diálogos y concertaciones en ese Congreso que
contemplen las demandas del pueblo.
Es desacertado seguir en estas condiciones reclamando pactos con esas
fuerzas, cuando lo que se impone es derrotarlas en las calles. Disponernos a
impedir con nuestra indignación colectiva y con la movilización multitudinaria,
el inminente paquetazo que de seguro
aprobarán en breve sus legisladores/as, procurando ellos/as protegerse y
proteger a los que quebraron el Estado para enriquecerse como clase y como “claque”.
A mí que no me convoquen más para solicitarles a esas instituciones y a
los farsantes que las usurpan, dialogar en dirección a esos ilusorios pactos
sociales equitativos; lo que no niega que se les emplace, acorrale y presione,
diciéndole con fuerza que no nos representan, que queremos una Constituyente
Popular que los disuelva y reemplace.
Estoy concentrado en promover la democracia de calle que resquebraje
esas instituciones decadentes y las sustituya por otras realmente
participativas. Que desplace del poder la clase
y la “claque” explotadora y mafiosa que lo controla y construya poder
social y político alternativo
Estoy definitivamente Farto de tanta porquería y de tanta bobería, al
punto no solo de indignarme contra el poder que nos oprime y excluye, sino
también de expresar sin tapujos mi desagrado respecto a las blandenguerías de
quienes siempre buscan la manera de contemporizar “cívicamente” con el sistema
en crisis y tolerar sin rebeldía sus descaros y desafueros en nombre de una
democracia, una cultura de diálogo y una institucionalidad inexistentes; esto
es, me disgustan los que insisten en pactar con los/as que no cesan de imponerse
y atropellar para apoderarse y disfrutar de lo que no le pertenece; los/as que
desde ciertas franjas “opositoras” insisten en pactar sin contribuir a crear la
contraparte que tambalee y debilite en
grande a los opresores y sus mafias políticas.
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