Las razones de la clase trabajadora
Si
alguien se pregunta si la clase trabajadora tiene motivos para hacer un paro
general al gobierno de Cristina Fernández, debería bastar la realidad que
sufren diariamente millones de trabajadores como argumento: sobreexplotación,
bajos salarios, inflación, flexibilidad laboral, prepotencia empresarial y
estatal, trabajo precario y carestía son algunos de los flagelos. Sin embargo,
hay quienes necesitan que les demuestren que el agua moja. Para ello, no hace
falta recurrir a algún documento de la 5ta Internacional Comunista (si
existiera), sino simplemente... a los números que exhibe el propio gobierno. Baste
con entrar al sitio del Indec (http://www.indec.gov.ar/) para comprobarlo
Muy
bien, pasemos y veamos. En el ítem “Población total según escala de ingreso
individual”, podemos observar datos muy interesantes. Por ejemplo, que después
de casi diez años de kirchnerismo, el salario promedio de los trabajadores argentinos
es de.... ¡$3315!
Sí,
sí, leyó bien: el promedio salarial de los trabajadores argentinos es de $3315,
reconocido por el gobierno. Es cierto que los números que nos bajan del
oficialismo no son nada confiables, pero si ellos mismos lo dicen... A confesión
de parte, relevo de pruebas
Por
supuesto que la cosa no queda ahí. Según el Indec:
·
El
90% de los asalariados gana menos de $5460
·
El 80% gana menos de $4230
·
El 70%, menos de $3513
·
Y
el 50% de los trabajadores de este país gana por debajo de los $2315
Repito:
todos estos números, según el Indec, después de 10 años de kirchnerismo ¿En
serio alguien puede hablar de “justicia social” con estas cifras?
Según
el mismo estudio, el 10% que más gana se lleva el 29,4% de la masa salarial, y
el 10% más pobre, el 1,5%
¿Así
reparten la riqueza los K?
Veamos
ahora el ítem “Incidencia de la pobreza y la indigencia en los centros
urbanos”. Según el Indec, 6,5% de la población es pobre y 1,7% es indigente, es
decir 2.600.000 y 680.000 seres humanos respectivamente. Ahora bien... ¿cómo
mide la pobreza el organismo de estadísticas del Estado? Pues, estableciendo
arbitrariamente (aunque lo “disfracen” para que no parezca así) un límite para
ambos casos. La “línea de pobreza”, medida a partir de la “Canasta Básica
Total”, la establecen para una familia tipo (4 individuos) en $2055,16 y la de
“indigencia” (a partir de la “Canasta Básica Alimentaria”) para el mismo caso
en $923. Es decir, aquel grupo familiar que tiene ingresos por $2056 no es
considerado pobre, y aquél que gana $924 no es considerado indigente. De ahí
salen las cifras tan comentadas de lo que se necesita por día para no caer en
esas tremendas categorías sociales: $68,50 pesos diarios para no ser pobre,
$30,76 para no ser indigente, lo cual, por persona y por día, da $17,12 y $7,69
¿Alguien puede creer que aquél que gana $18 diarios no es pobre, u $8 por día
no es indigente?
La
realidad es otra, muy lejos de la mentira y la insensibilidad social del
gobierno. Es una patada a la dignidad obrera plantear que alguien puede al
menos comer con $8 diarios. Por eso hay quienes hablan de muchos más pobres en
Argentina. Y si tomamos como medida las aspiraciones básicas que todo ser
humano tiene, debería tomarse como línea de pobreza no la “canasta alimentaria”
humillante que propone el gobierno, tampoco la “canasta básica”, sino la
“Canasta Familiar”, que los sindicatos calculan en alrededor de $6500.
Bien,
si así fuese, la realidad que el mismo gobierno reconoce deja al 90% de los
asalariados por debajo de esa línea.
A
todos esos datos hay que agregarle:
·
Los
5.475.814, de trabajadores en negro, según confesión de la presidenta, sin
ningún tipo de cobertura social ni seguridad laboral
·
La
vergonzosa jubilación mínima que cobran el 80% de nuestros viejos, de $1880
·
El no menos vergonzoso salario mínimo de
$2875
Por
supuesto, todo esto se da en el periodo en que los empresarios, financistas,
banqueros y buitres de la Bolsa se llenaron los bolsillos como nunca antes,
según palabras de la propia presidenta. El manejo de los números que describen
la realidad social deja bien en claro los intereses que defiende el gobierno. Y
justamente no son los de los trabajadores
¿Hay
entonces razones para parar?
Por
supuesto que sí, más allá de las reivindicaciones puntuales que se han
difundido hoy, como la suba o la eliminación del mínimo no imponible por el
cual este gobierno cobra un “impuesto al salario” (una verdadera herejía para
un gobierno que se declama “de los trabajadores”), o las universalizaciones de
las asignaciones familiares a las que el kirchnerismo le puso techo. O la
vergonzosa ley de ARTs que el oficialismo votó junto con el PRO para hacerla
más antiobrera que la que rigió desde los nefastos 90.
Esas
razones sobran para haber adherido al paro del 20 de noviembre, por más que la
presidenta despotrique y muestre su bronca en cualquier acto ante la protesta. Después,
por supuesto, podemos hablar de la composición de los convocantes, de los
cuales nadie podrá decir -más allá de las simpatías u odios que despierten- que
no tienen influencia en las masas obreras. Es obvio que las aspiraciones o
posicionamientos políticos de quienes encabezaron la jornada de protesta son de
lo más disímiles, muchos son impresentables e incluso la mayoría van detrás de
opciones patronales. Sin embargo, lo importante que hoy produjeron, fue
reivindicar la inapelable realidad que el mismo modo de producción capitalista:
y es el poder de la clase trabajadora, que puede paralizar una sociedad cuando
se harta de ser explotada.
Por eso, lo fundamental de esta jornada
de protesta que ha tenido alto acatamiento, es que ha puesto a la clase obrera
otra vez en el centro de la escena. Dependerá de quienes soñamos con una
sociedad sin explotadores ni explotados lograr la unidad política para sí,
de quienes producen la riqueza que otros disfrutan
Gustavo Robles
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