Por: Amílcar J. Figueroa S.
Sin temor a
equivocarnos podemos afirmar que un segmento de la sociedad venezolana–hasta el
presente minoritario- asume un comportamiento fascista aunque en rigor
tal caracterización no incluye a toda la derecha. Este es un fenómeno
relativamente nuevo entre nosotros ya que en décadas anteriores las políticas
represivas y anticomunistas de las dirigencias de AD y Copei no podrían ser
calificadas con propiedad de fascistas. No desconoce este juicio que en sus
orígenes el Socialcristianismo y particularmente Rafael Caldera, su líder
fundador, tuvieron marcado influjo de la falange española; ni tampoco que hubo,
si, momentos de represión brutal contra los sectores populares durante los
gobiernos de la vieja república, pero el odio de clases y sobre todo racial que
constatamos hoy no era lo relevante.
Obviamente
la irrupción del referido fenómeno en nuestro medio no significa que
posee orígenes análogos ni sus manifestaciones se correspondan
exactamente al fascismo que se desarrolló en Europa en el periodo comprendido
entre las dos conflagraciones conocidas como “guerras mundiales”. Habiendo sido
poco severos para nuestro país –hasta el presente- los efectos de la profunda
crisis del sistema capitalista iniciada a finales de 2007, tanto por el
incremento de la renta petrolera al mantener el barril de petróleo por encima de
100 dólares en toda esta etapa, como por la política social progresiva aplicada
por el gobierno bolivariano, para nada existe la pauperización de los
sectores asalariados tal como fue el caso de la Alemania donde crece el nazismo
a raíz de la crisis del 29, ni mucho menos se da en nuestro medio actual un
empobrecimiento de la pequeña burguesía. Todo lo contrario, este sector social
no sólo ha mejorado sus ingresos en los últimos años, sino que ha crecido
numéricamente; no podría entonces atribuírsele a causas económicas el
comportamiento fascista de elementos del referido sector social como se lo
asigna la literatura marxista que estudia los orígenes del fascismo. Tampoco vive nuestra sociedad los
niveles de represión sexual que Wilhelm Reich asocia a la postura fascista;
pero el fenómeno ha surgido y habrá que explorar en la intromisión de
valores culturales de la decadente sociedad burguesa su ya notoria
presencia.
No se trata solo
de las opiniones de la vocería de “Voluntad Popular” o de los “Manitas Blancas”;
ni de los pasos dados por ellos en alianza con militares retirados de la
ultraderecha, para acciones no precisamente electorales, en caso que les fuera
adverso el resultado del 7 de Octubre y que por cierto, no pudieron
ejecutar, entre otras cosas, por haber quedado aislados del resto de la
oposición que no los acompañó en tales aventuras; sino que también observamos
la conducta fascista en el día a día de algunas personas de la pequeña
burguesía, e incluso de sectores populares desclasados cuyas expresiones
cargadas de un odio racial y de un desprecio a quienes consideran inferiores
sociales, particularmente expuestas a través de las llamadas “redes sociales”.
La impaciencia
que caracteriza a una dirigencia ultraderechista aliada a los planes de recomposición
hegemónica del capital transnacional intentará seguramente explotar la
existencia de una embrionaria masa fascista –en buena medida no orgánica- para
emprender acciones de desestabilización política en un futuro no muy lejano.
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