68º Asamblea Anual de la Entidad Empresarial en Brasil
La empresarial Sociedad Interamericana
de Prensa realizó su Asamblea
anual en San Pablo. Su blanco de ataque
fueron los gobiernos
progresistas de la región. Hizo una
defensa dogmática del grupo
Clarín.
EMILIO MARÍN
Desde la sede central de la SIP en
Miami, se observa el mundo como si
fuera cuadrado. O plano, sostenido por
bobinas de papel, de esas que
fabrica Papel Prensa, de Clarín y “La
Nación” gracias a los buenos
oficios del dictador Videla.
Y de tanto imprimir esa distorsionada
versión en sus 1.300 diarios
asociados, es posible que una parte de
sus lectores también crea que
el planeta es cuadrado.
Semejante dislate, grave, no lo sería
tanto si no fuera acompañado de
la conclusión política de esos magnates
de la comunicación: la culpa
de los males de ese mundo no redondo la
tienen los gobiernos
progresistas que denostan de
populistas, autoritarios y socialistas.
Esa visión del negocio fue ratificada
en su recientemente concluida
68º Asamblea realizada en un hotel 5
estrellas de San Pablo, Brasil.
Sus resoluciones fueron 13, de las
cuales dos apuntaron contra el
gobierno de Argentina, tratado casi
como una cruel dictadura que tiene
secuestrada a la “libertad de prensa”.
Fue el país que concitó más
atención (léase críticas) y no sólo de
los delegados argentinos sino
en general de todos los empresarios
presentes. Que semejante nivel de
agresión contra el gobierno se
produjera justo cuando entra en la
recta final la pulseada política y
judicial para la aplicación de la
ley de medios 26.522, no fue
casualidad. Fue seguramente el motivo de
fondo de tanto odio empresarial,
monopólico para ser más precisos.
Junto con la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, los otros
sentenciados a lapidación fueron el
ecuatoriano Rafael Correa y el
venezolano Hugo Chávez, los tres
presuntos peores verdugos de la
libertad de informar en la región.
Estos gobiernos pueden tomar la
actitud defensista de tratar de
demostrar su inocencia, que servirá de
poco ante esos interesados y parciales
pelotones de fusilamiento
ordenados por la “ética periodística”,
o bien contestarles con el
famoso “ladran Sancho, señal que
cabalgamos”. Lo recomendable sería
esta segunda opción y seguir alentando
la comunicación plural que
molesta en Miami.
Semejante ataque contra autoridades
democráticas era absolutamente
previsible. Si en las conferencias del
Hotel Renaissance bajaban línea
el ex presidente Alan García y el ex
canciller mexicano Jorge
Castañeda, el resultado no podía ser
otro. El viento de la SIP
amontonó a columnistas de diarios tan
poco pluralistas como Milton
Coleman, de The Washington Post;
Francisco Miró Quesada, del Comercio
de Lima; Ricardo Kirschbaum de Clarín,
Jorge Canahuati, La Prensa, de
Honduras; Henrique Otero, El Nacional,
Caracas; Roberto Rock, El
Universal de México, entre otros 500
especímenes “del mismo palo”. Si
eso es pluralismo, este cronista es
Carlos Gardel.
Tropa propia de Magnetto
Como nunca mejor que en las anteriores
citas, en San Pablo quedó claro
que ese ejército mediático es tropa
propia de Clarín.
En efecto, en la Comisión de Libertad
de Prensa presidida por Gustavo
Mohme, de “La República” de Perú, se
receptó el informe de Daniel
Dessein, titular de la comisión similar
de la Asociación de Entidades
de Periodísticas Argentinas. Es casi un
regimiento en armas alzado
contra la ley de servicios de
comunicación audiovisuales.
Dessein leyó una proclama cuasi bélica
para pintar la situación de la
prensa argentina: “una serie de
resoluciones gubernamentales,
maniobras judiciales, declaraciones
agraviantes y amedrentadoras de
funcionarios públicos, medidas de hecho
contra medios y amenazas y
ataques físicos contra periodistas,
configuran un escenario oscuro
para el ejercicio del periodismo y del
derecho de todo ciudadano a
expresarse libremente”. La tropa de
impecables trajes aplaudió al
oficial y se cuadró, de pie,
disciplinada. Faltó que le hiciera la
venia.
En una resolución condenatoria de
Argentina, el organismo reclamó a
CFK que “ponga fin al tratamiento
discriminatorio en materia de medios
de comunicación, en particular sobre la
Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual”.
En la otra del mismo tono crítico, se
urgió al gobierno a que
“garantice un ambiente de sano respeto
a la libertad de expresión,
independientemente de la identificación
ideológica de quienes se
manifiesten”. Como la primera
resolución condenaba tanto a la ley de
la democracia, parecía reivindicar la
ley de la dictadura militar,
pero en su diatriba contra el gobierno
democrático lo estaba tratando
poco menos que de un régimen de facto
como el de 1976. Contradictorio,
¿verdad?
¿Quiénes pidieron el envío de una
“misión” de la SIP para diciembre,
en víspera de la entrada en vigencia de
la ley 26.522, cuando vence la
cautelar favorable a Clarín? Gustavo
Mohme recibió el pedido del
presidente de ADEPA y director de La
Voz del Interior, Carlos Jornet,
y de su colega de Los Andes, de
Mendoza, Arturo Guardiola.
Más claro, agua. Esos dos diarios
fueron adquiridos hace años por
CIMECO (Compañía Inversora en Medios de
Comunicación), controlada por
Clarín y La Nación, con mayoría del
primero. Magneto hizo su monopolio
con la dictadura, enfrentó la ley
democrática con cautelares de jueces
cómplices como Edmundo Carbone y cuando
cree que se le van a terminar
los curros apela al ejército de Miami
para que envíe una “misión”,
solicitada por dos de sus oficiales.
Menos mal que la SIP no es la
OTAN, porque sino capaz que pedía el
envío de una misión con algunos
aviones y unos cuantos marines.
El blanco equivocado
El sitio Web de ADEPA sintetizó lo más
importante de su asamblea: “la
SIP condenó la fuerte ofensiva para
silenciar al periodismo
independiente en Argentina, Ecuador y
Venezuela, y decidió enviar una
misión internacional a Buenos Aires en
coincidencia con el llamado
7D”.
La tozuda realidad indica que esos tres
países no son el imperio del
mal, como juzgaron los popes de la
comunicación, en la misma onda del
Departamento de Estado.
Argentina busca implementar la ley de
medios que pondrá topes al
número de licencias de cada grupo
empresario (no más de 24 licencias
de TV por cable). Y acaba de integrar
el Consejo Federal, antes
boicoteado por provincias gobernadas
por férreos opositores que
hacían de eco del Clarinete.
Ecuador alcanzó logros sociales. “La
pobreza por ingresos (menos de
2.50 dólares al día) se redujo 12
puntos porcentuales entre 2006 y
2012, y casi medio millón de personas
salieron de esa condición que
abarca aún al 25,3 por ciento de la
población”, celebraba Correa el
lunes 16, justo cuando en el Hotel
Renaissance lo pintaban como un
vulgar tirano.
Y de Venezuela, qué se puede agregar
luego de la victoria número 14 de
Chávez sobre 15 comicios desde 1998. La
acusación de “hegemonía
estatal” en los medios no puede ser más
tergiversador: sobre 111
canales, solo 13 son públicos, con una
audiencia del 5,4 por ciento.
En Argentina las proporciones no deben
andar muy lejos.
Mientras los generales de la pluma tiraban
con tanta artillería
mediática contra los tres países
latinoamericanos, los hechos muestran
que los peligros para el periodismo
vienen de otro lado.
La Comisión Investigadora de Atentados
a Periodistas (CIAP), con sede
en Chile, denunció a fines de setiembre
pasado que 37 periodistas
habían sido asesinados en 2012 en
nuestra región. En esa lista hay 15
asesinatos en México y 8 en Honduras,
seguidos de 7 en Brasil y 2 en
Colombia. La estadística debe
actualizarse por los crímenes de Ramón
Abel López Aguilar, director de un
portal de noticias en Tijuana,
México; y de Luis Henrique Georges, del
Jornal da Praça, de Brasil.
¿La SIP no puso el acento en la
denuncia de esos asesinatos para no
pelearse con Calderón-Peña Nieto de
México y no afectar a atmósfera
amigable de San Pablo? Si fue por eso,
sería de un oportunismo
galopante. Y si fue por otras razones,
de una complicidad criminal.
En el cuartel general del Renaissance
había muchos oficiales
argentinos, con varias medallas por
servicios prestados. A los
mencionados Kirschbaum, Dessein, Jornet
y Guardiola hay que agregar a
Fernán Saguier y Bartolomé Mitre (La
Nación), Ernesto Kraiselburd (El
Día), Martín Etchevers (Olé-Clarín) y
Saturnino Herrera (Clarín).
Mechados con aquellos andaban algunos
rioplatenses del lado uruguayo.
Sólo en este caso (que no se ofendan
Víctor Hugo Morales y demás
charrúas latinoamericanos) más vale
perderlos que encontrarlos. Por
caso, el moderador del panel sobre
“Propiedad intelectual en la era
digital” fue Danilo Arbilla, del
semanario Búsqueda, quien en 2000
fue ungido presidente de SIP, pese a
que había sido Director de Prensa
de la dictadura cívico-militar de Juan
M. Bordaberry.
No se puede esperar ecuanimidad,
profesionalidad, objetividad ni ética
de estos personajes. Por defender
intereses de clase del monopolio en
muchos casos, por afinidades
ideológicas y/o por pereza intelectual en
otros, son capaces de jurar que la
Tierra es cuadrada o plana y que se
sostiene en las bobinas de Papel
Prensa.
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