lunes, 22 de octubre de 2012

Previsible, la SIP defendió en San Pablo a monopolios mediáticos




68º Asamblea Anual de la Entidad Empresarial en Brasil


La empresarial Sociedad Interamericana de Prensa realizó su Asamblea
anual en San Pablo. Su blanco de ataque fueron los gobiernos
progresistas de la región. Hizo una defensa dogmática del grupo
Clarín.

EMILIO MARÍN

Desde la sede central de la SIP en Miami, se observa el mundo como si
fuera cuadrado. O plano, sostenido por bobinas de papel, de esas que
fabrica Papel Prensa, de Clarín y “La Nación” gracias a los buenos
oficios del dictador Videla.
Y de tanto imprimir esa distorsionada versión en sus 1.300 diarios
asociados, es posible que una parte de sus lectores también crea que
el planeta es cuadrado.
Semejante dislate, grave, no lo sería tanto si no fuera acompañado de
la conclusión política de esos magnates de la comunicación: la culpa
de los males de ese mundo no redondo la tienen los gobiernos
progresistas que denostan de populistas, autoritarios y socialistas.
Esa visión del negocio fue ratificada en su recientemente concluida
68º Asamblea realizada en un hotel 5 estrellas de San Pablo, Brasil.
Sus resoluciones fueron 13, de las cuales dos apuntaron contra el
gobierno de Argentina, tratado casi como una cruel dictadura que tiene
secuestrada a la “libertad de prensa”. Fue el país que concitó más
atención (léase críticas) y no sólo de los delegados argentinos sino
en general de todos los empresarios presentes. Que semejante nivel de
agresión contra el gobierno se produjera justo cuando entra en la
recta final la pulseada política y judicial para la aplicación de la
ley de medios 26.522, no fue casualidad. Fue seguramente el motivo de
fondo de tanto odio empresarial, monopólico para ser más precisos.
Junto con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, los otros
sentenciados a lapidación fueron el ecuatoriano Rafael Correa y el
venezolano Hugo Chávez, los tres presuntos peores verdugos de la
libertad de informar en la región. Estos gobiernos pueden tomar la
actitud defensista de tratar de demostrar su inocencia, que servirá de
poco ante esos interesados y parciales pelotones de fusilamiento
ordenados por la “ética periodística”, o bien contestarles con el
famoso “ladran Sancho, señal que cabalgamos”. Lo recomendable sería
esta segunda opción y seguir alentando la comunicación plural que
molesta en Miami.
Semejante ataque contra autoridades democráticas era absolutamente
previsible. Si en las conferencias del Hotel Renaissance bajaban línea
el ex presidente Alan García y el ex canciller mexicano Jorge
Castañeda, el resultado no podía ser otro. El viento de la SIP
amontonó a columnistas de diarios tan poco pluralistas como Milton
Coleman, de The Washington Post; Francisco Miró Quesada, del Comercio
de Lima; Ricardo Kirschbaum de Clarín, Jorge Canahuati, La Prensa, de
Honduras; Henrique Otero, El Nacional, Caracas; Roberto Rock, El
Universal de México, entre otros 500 especímenes “del mismo palo”. Si
eso es pluralismo, este cronista es Carlos Gardel.

Tropa propia de Magnetto


Como nunca mejor que en las anteriores citas, en San Pablo quedó claro
que ese ejército mediático es tropa propia de Clarín.
En efecto, en la Comisión de Libertad de Prensa presidida por Gustavo
Mohme, de “La República” de Perú, se receptó el informe de Daniel
Dessein, titular de la comisión similar de la Asociación de Entidades
de Periodísticas Argentinas. Es casi un regimiento en armas alzado
contra la ley de servicios de comunicación audiovisuales.
Dessein leyó una proclama cuasi bélica para pintar la situación de la
prensa argentina: “una serie de resoluciones gubernamentales,
maniobras judiciales, declaraciones agraviantes y amedrentadoras de
funcionarios públicos, medidas de hecho contra medios y amenazas y
ataques físicos contra periodistas, configuran un escenario oscuro
para el ejercicio del periodismo y del derecho de todo ciudadano a
expresarse libremente”. La tropa de impecables trajes aplaudió al
oficial y se cuadró, de pie, disciplinada. Faltó que le hiciera la
venia.
En una resolución condenatoria de Argentina, el organismo reclamó a
CFK que “ponga fin al tratamiento discriminatorio en materia de medios
de comunicación, en particular sobre la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual”.
En la otra del mismo tono crítico, se urgió al gobierno a que
“garantice un ambiente de sano respeto a la libertad de expresión,
independientemente de la identificación ideológica de quienes se
manifiesten”. Como la primera resolución condenaba tanto a la ley de
la democracia, parecía reivindicar la ley de la dictadura militar,
pero en su diatriba contra el gobierno democrático lo estaba tratando
poco menos que de un régimen de facto como el de 1976. Contradictorio,
¿verdad?
¿Quiénes pidieron el envío de una “misión” de la SIP para diciembre,
en víspera de la entrada en vigencia de la ley 26.522, cuando vence la
cautelar favorable a Clarín? Gustavo Mohme recibió el pedido del
presidente de ADEPA y director de La Voz del Interior, Carlos Jornet,
y de su colega de Los Andes, de Mendoza, Arturo Guardiola.
Más claro, agua. Esos dos diarios fueron adquiridos hace años por
CIMECO (Compañía Inversora en Medios de Comunicación), controlada por
Clarín y La Nación, con mayoría del primero. Magneto hizo su monopolio
con la dictadura, enfrentó la ley democrática con cautelares de jueces
cómplices como Edmundo Carbone y cuando cree que se le van a terminar
los curros apela al ejército de Miami para que envíe una “misión”,
solicitada por dos de sus oficiales. Menos mal que la SIP no es la
OTAN, porque sino capaz que pedía el envío de una misión con algunos
aviones y unos cuantos marines.

El blanco equivocado


El sitio Web de ADEPA sintetizó lo más importante de su asamblea: “la
SIP condenó la fuerte ofensiva para silenciar al periodismo
independiente en Argentina, Ecuador y Venezuela, y decidió enviar una
misión internacional a Buenos Aires en coincidencia con el llamado
7D”.
La tozuda realidad indica que esos tres países no son el imperio del
mal, como juzgaron los popes de la comunicación, en la misma onda del
Departamento de Estado.
Argentina busca implementar la ley de medios que pondrá topes al
número de licencias de cada grupo empresario (no más de 24 licencias
de TV por cable). Y acaba de integrar el Consejo Federal, antes
boicoteado por provincias gobernadas por  férreos opositores que
hacían de eco del Clarinete.
Ecuador alcanzó logros sociales. “La pobreza por ingresos (menos de
2.50 dólares al día) se redujo 12 puntos porcentuales entre 2006 y
2012, y casi medio millón de personas salieron de esa condición que
abarca aún al 25,3 por ciento de la población”, celebraba Correa el
lunes 16, justo cuando en el Hotel Renaissance lo pintaban como un
vulgar tirano.
Y de Venezuela, qué se puede agregar luego de la victoria número 14 de
Chávez sobre 15 comicios desde 1998. La acusación de “hegemonía
estatal” en los medios no puede ser más tergiversador: sobre 111
canales, solo 13 son públicos, con una audiencia del 5,4 por ciento.
En Argentina las proporciones no deben andar muy lejos.
Mientras los generales de la pluma tiraban con tanta artillería
mediática contra los tres países latinoamericanos, los hechos muestran
que los peligros para el periodismo vienen de otro lado.
La Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP), con sede
en Chile, denunció a fines de setiembre pasado que 37 periodistas
habían sido asesinados en 2012 en nuestra región. En esa lista hay 15
asesinatos en México y 8 en Honduras, seguidos de 7 en Brasil y 2 en
Colombia. La estadística debe actualizarse por los crímenes de Ramón
Abel López Aguilar, director de un portal de noticias en Tijuana,
México; y de Luis Henrique Georges, del Jornal da Praça, de Brasil.
¿La SIP no puso el acento en la denuncia de esos asesinatos para no
pelearse con Calderón-Peña Nieto de México y no afectar a atmósfera
amigable de San Pablo? Si fue por eso, sería de un oportunismo
galopante. Y si fue por otras razones, de una complicidad criminal.
En el cuartel general del Renaissance había muchos oficiales
argentinos, con varias medallas por servicios prestados. A los
mencionados Kirschbaum, Dessein, Jornet y Guardiola hay que agregar a
Fernán Saguier y Bartolomé Mitre (La Nación), Ernesto Kraiselburd (El
Día), Martín Etchevers (Olé-Clarín) y Saturnino Herrera (Clarín).
Mechados con aquellos andaban algunos rioplatenses del lado uruguayo.
Sólo en este caso (que no se ofendan Víctor Hugo Morales y demás
charrúas latinoamericanos) más vale perderlos que encontrarlos.  Por
caso, el moderador del panel sobre “Propiedad intelectual en la era
digital” fue  Danilo Arbilla, del semanario Búsqueda, quien en 2000
fue ungido presidente de SIP, pese a que había sido Director de Prensa
de la dictadura cívico-militar de Juan M. Bordaberry.
No se puede esperar ecuanimidad, profesionalidad, objetividad ni ética
de estos personajes. Por defender intereses de clase del monopolio en
muchos casos, por afinidades ideológicas y/o por pereza intelectual en
otros, son capaces de jurar que la Tierra es cuadrada o plana y que se
sostiene en las bobinas de Papel Prensa.

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