De dónde salió la Marcha Patriótrica?
La recién creada Marcha Patriótica podría
ser la pista de aterrizaje político de las Farc. Su rol en medio del diálogo de
paz es trascendental y un desafío a la tolerancia de las élites políticas.
“¿A usted qué le indigna?”, era la frase que repetían sus
carteles hace dos semanas. En las calles de las principales ciudades y también
de pueblos del Huila, Caquetá, Norte de Santander y otros departamentos,
salieron estudiantes y campesinos a protestar. Eran los integrantes de un
naciente movimiento que emergió en abril pasado y cogió por sorpresa al
establecimiento político: la Marcha Patriótica. Sus consignas buscaban
aclimatar la instalación de la mesa de diálogo entre el gobierno y las Farc y
pedían participación activa de la sociedad civil organizada en el proceso.
Si bien los decenas de miles de marchantes emularon los
eslóganes de los movimientos de indignados de otras partes del mundo, las
reivindicaciones que hicieron solo pueden existir en un país como Colombia. De
hecho, la iniciativa surgió de cerca de 2.000 organizaciones sociales que
coinciden en el propósito de buscar una “solución negociada al conflicto social
y armado”.
La idea de crear este movimiento social y político nació en 2007
tras los encuentros de ‘Colombianos y Colombianas por la paz’, organización que
lidera Piedad Córdoba, con grupos estudiantiles y campesinos. Desde entonces,
las banderas de estos dos sectores sociales son las que ondean con más fuerza y
dan cuenta de la base de militantes. A ese variopinto conjunto de reclamos se
suman los indígenas, sindicalistas, feministas, entre otros. En 2010, en medio
de las fiestas del bicentenario, la Marcha Patriótica se estrenó con una
manifestación en la que proclamó “una segunda y definitiva independencia”.
Pero su entrada contundente en el escenario político fue en abril
pasado cuando el movimiento se tomó varias ciudades y la Plaza de Bolívar de
Bogotá. Las cifras de los participantes en ese entonces variaron entre 30.000 y
60.000 personas. Hace dos semanas aprovecharon el anuncio de que arrancarían
los diálogos para impulsar movilizaciones en 25 departamentos. Según sus
cuentas, difíciles de verificar y seguramente infladas, marcharon en las
capitales y varios municipios de arraigo campesino cerca de 300.000 personas.
El principal objetivo de estas recientes marchas era enviar el
mensaje de que la paz solo es duradera si se resuelven problemas como la
educación, la salud y las condiciones laborales, entre otros. “La mesa está
coja. Hay todo un país que no está representado”, explica David Flórez, uno de
los voceros de la Marcha. En su criterio, las comunidades agrarias y los
movimientos sociales que son las principales víctimas del conflicto armado
deberían estar en la mesa. Ese reclamo riñe con el diseño que el gobierno y las
Farc aprobaron para las conversaciones en La Habana así como con la agenda de
cinco puntos específicos.
Pero los líderes de la Marcha Patriótica consideran que la paz
solo puede ser el resultado de resolver problemas estructurales del país como
la distribución de la riqueza, el modelo de explotación de los recursos mineros
y la efectiva protección de los derechos sociales. “La violencia armada es una
consecuencia, no es la causa de las injusticias”, agrega Flórez. Esa tesis
coincide con el reclamo que hizo Iván Márquez a nombre del Secretariado de la Farc
en Oslo cuando afirmó “no somos causa, sino respuesta a la violencia del
Estado”. Si bien es cierto que la agenda social debe hacer parte de los
diálogos en algún momento, la propuesta es tempranera y podría alterar el curso
de las negociaciones.
La pregunta que analistas y actores políticos se hacen es si la
Marcha Patriótica hace parte de una estrategia de las Farc para sumar fuerzas
en medio del diálogo con el gobierno, o si es un movimiento alternativo con
coincidencias ideológicas y geográficas con la guerrilla que podría servir de
futura plataforma electoral. Aunque los voceros hasta ahora han dicho que no
han discutido en profundidad ese evento, han dejado claro que la puerta no está
cerrada.
Pero en las aspiraciones de la Marcha también está conquistar,
además de los sectores más olvidados del país, otros sectores de izquierda. La
Marcha busca aglutinar las fuerzas minoritarias de ese espectro político en un
frente unido popular. A diferencia del Polo Democrático que surgió del
entronque de movimientos y partidos con representación política, la Marcha pone
el foco en las organizaciones sociales sin filiación partidista. Es decir, un
Polo sin parlamentarios.
Aunque no se puede afirmar que tenga un vínculo orgánico con las
Farc, la mayor parte de su base social proviene de las comunidades rurales
donde tradicionalmente la insurgencia ha tenido influencia. Sin embargo,
también integran la Marcha organizaciones campesinas oriundas de regiones donde
no hay presencia guerrillera o donde todavía actúan estructuras paramilitares.
El nombre de la Marcha evoca a la extinta Unión Patriótica (UP).
De ahí que varias voces hayan expresado temor por su suerte. No hay que olvidar
que los líderes de la UP fueron víctimas de una campaña de exterminio
selectivo. No obstante, este partido se originó en las Farc, en medio de un
diálogo con el entonces presidente Belisario Betancur, e hizo parte de la
estrategia insurgente conocida como “la combinación de las formas de lucha”,
que reivindicaba el derecho de la gente a alzarse en armas y al mismo tiempo a
participar en política.
La actual Marcha Patriótica, por su parte, tiene origen en una
gama amplia y diversa de organizaciones. Pero no solo su origen la hace
distinta, sino también el momento. Emerge en un escenario distinto al
bipartidista, en el que los espacios para la participación política y para
hacer efectivos los reclamos ciudadanos estaban cerrados para los grupos de
izquierda. Para la muestra un ejemplo: en la última década tres candidatos de
izquierda han ganado las elecciones en Bogotá de manera consecutiva, mientras
que en su momento la UP solo logró un poco menos del 5 por ciento de las
votaciones.
A pesar de que es impensable que una violencia sistemática
contra un movimiento político se repita –y que sería intolerable ante la
comunidad internacional–, en todo caso, el gobierno tiene la responsabilidad de
proteger a sus integrantes. Las Farc, por su lado, no deben arrogarse los
movimientos que han luchado por sus mismas causas pero dentro de la civilidad.
Para comienzos de diciembre, la Marcha tiene programado un
seminario internacional por la paz en el que se discutirán cómo fueron los
procesos de paz en Centroamérica y en Irlanda. También implementan una
estrategia de constituyentes regionales (cabildos) con la que buscan construir
las propuestas desde la gente para participar en los talleres regionales
convocados por las comisiones de paz del Congreso y tratar de hacerse oír en la
mesa. ¿De dónde sale la plata? Flórez explica que cada organización, según el número
de afiliados, debe aportar un dinero para las actividades nacionales. Dice que
las organizaciones se han comprometido con la venta de bonos para rifar una
casa (con lo que aspiran a conseguir 400 millones de pesos).
En un momento en que la izquierda está más fragmentada que
nunca, la Marcha Patriótica constituye una medida de aceite al establecimiento.
Su sintonía con algunas banderas de las Farc la convierte en un actor clave en
el proceso de paz y su destino está ligado a lo que ocurra en La Habana en los
próximos meses. De hecho, uno de los puntos que están sobre la mesa de diálogo
es el de la participación política. Al respecto, la Marcha también tiene su
propia lectura: no solo se trata de discutir la posibilidad de que las Farc
tengan curules, sino las garantías para que los movimientos sociales se
expresen.
Mientras los diálogos de paz avanzan, queda una pregunta urgente
por resolver: ¿Qué tolerancia tendría ese establecimiento con una agrupación
radical que acoja por ejemplo a unas Farc desarmadas para hacer política? De su
respuesta también depende el futuro de la paz./Semana.com
Vea la entrevista a David Flórez, vocero de Marcha Patriótica aquí.
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