Por Olmedo Beluche (especial de ARGENPRESS.info)
Bajo el lema
"Participación ciudadana: institucionalidad y democracia", del 9 al
11 de abril del presente año, la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE)
realiza su Conferencia Anual (CADE-2013). Entre los invitados internacionales
que deben ilustrar sobre "democracia" se encuentran el ex presidente
dominicano, Leonel Fernández, y el ex funcionario del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), Edmundo Jarquín.
¿De qué clase de
"democracia" puede hablar Leonel Fernández? ¿Acaso la República
Dominicana se ha convertido en un modelo a imitar por Panamá en materia
democrática y de justicia social? ¿Qué lecciones democráticas puede brindar un
ex funcionario del banco responsable de imponer medidas neoliberales a los
latinoamericanos?
Preguntamos al conocido
dirigente revolucionario dominicano, Narciso Isa Conde, por el balance que las
organizaciones populares de ese país tienen del gobierno de Leonel Fernández.
Eso es lo que nos dice:
"Leonel, desde el
degradado Partido de la Liberación Dominicana-PLD, como gobernante ha sido el
gran privatizador de las empresas, las empresas del Estado, los servicios
públicos y de los recursos naturales del país. El político más funcional a la
globalización neoliberal, al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y
a las “áreas de libre comercio” o TLCs. también a la partidocracia corrompida,
superando en todas esas vertientes a los dirigentes del viejo PRSC de Balaguer
y del PRD de la socialdemocracia, todos neoliberalizados y corrompidos
Leonel Fernández ha sido
el gran traidor al ideario de su maestro Juan Bosh y el gran reivindicador de
Joaquín Balaguer, uno de los políticos más perversos del Siglo XX a escala continental.
Sus tres gobiernos (1996-2000, 2004-2008 y 2008-2012) han roto todos los
récords de clientelismos, corrupción, soborno político, tráfico de influencia y
neoliberalismo. Y si no se le quiere nombrar como campeón del clientelismo, de
la degradación moral de la partidocracia y de las instituciones estatales, se
le puede poner como tan peor como los peores. Ha sido la antítesis de Juan
Bosch.
Depredador de ríos,
montañas y costas. Contaminador del ambiente. Machista patriarcal de pura cepa.
Neoliberal con máscara “light” y discursos propios de un farsante.
Gestor de un capitalismo
dependiente y empobrecedor, de un modelo basado en la financiarización del
capitalismo (que hoy oportunistamente critica), en el tráfico de bienes raíces
vía concesiones mineras, turísticas y urbanísticas, en los megaproyectos como
fuente de corrupción-acumulación, en las infames empresas de Zonas Francas, en
el turismo de casinos y de mala calaña, en las empresas de comunicaciones y en
los cárteles de la construcción y de las drogas, y en el dinero del
lavado...", y un largo etcétera.
¿Suena a música conocida
en Panamá? Clientelismo político, privatización, neoliberalismo, endeudamiento
estatal, transfuguismo, concesiones mineras, contaminador, etc. Todo lo cual
caracteriza a la corrupta "democracia" panameña y a los sucesivos
gobiernos de estos 20 años post-invasión. Ya entendemos por qué se entienden
bien con Leonel Fernández, tanto Martín Torrijos como Ricardo Martinelli, y
gustan pasar sus días libres en Punta Cana.
Algún incauto pretenderá
encontrar alguna virtud en la APEDE al invitar al ex ministro sandinista,
Edmundo Jarquín. Subrayemos lo de "ex". Porque en realidad el señor
Jarquín se ha desenvuelto por casi una década como funcionario del BID, ese organismo
que, en representación de los intereses imperiales de Estados Unidos, nos
impone el neoliberalismo y los tratados de libre comercio a los
latinoamericanos.
El pensamiento político
del Sr. Jarquín queda retratado en la entrevista concedida al diario La Prensa (8/4/13),
cuando dice: "Contra el panorama existente antes de 1978, la situación de
la democracia en la región se observa muy favorablemente, aunque en algunos
países se aprecian fenómenos caracterizados como de "populismo
autoritario", que significa una interrupción del proceso de consolidación
democrático". Para quien "no hay contradicción entre democracia
participativa y democracia representativa". Y para el cual, la democracia,
se reduce a un mero formalismo legal: "Esencialmente, tener desde el punto
de vista normativo (leyes, decretos, reglamentos) un estado de derecho
democrático"..., división de poderes y alternancia.
En resumen, tato para
Fernández, como para Jarquín, como para sus anfitriones panameños de la APEDE,
la democracia se reduce a un mero formalismo legal, que en realidad se reduce a
sufragios regulares y alternancia política para dar la apariencia de que nadie
detenta autoritariamente el poder. Para ellos, todo lo que tienda a la real
participación popular, tanto en la toma de decisiones, como en el reparto de la
riqueza social, es "populismo autoritario".
Para estos representantes
del capital, Hugo Chávez era un "dictador", no importa cuántas
elecciones democráticas ganó. Su pecado era repartir la renta petrolera entre
el pueblo con una serie de programas sociales (las misiones). Renta que antes
se robaba la oligarquía venezolana. El repartir la riqueza lo convierte a los
ojos de la APEDE y sus "invitados" en "populista
autoritario". Otro tanto dicen de Evo Morales o de Rafael Correa, éste
último culpable de desenmascarar los intereses privados detrás de los grandes
medios de comunicación.
Para estos sectores
empresariales constituyen modelos democráticos regímenes políticos como los de
Dominicana, Panamá, Colombia; al margen de las tremendas desigualdades sociales
que conllevan; al margen de la miseria que se imponen a los pueblos; al margen
de la represión que reciben las masas cada vez que exigen sus derechos; al
margen del asesinato sistemático de dirigentes sindicales y populares; al
margen del saqueo de nuestras economías por monopolios extranjeros; al margen
de la destrucción del ambiente.
Eso explica por qué la
APEDE, y los sectores empresariales que representan, no pasan de críticas
cosméticas a los desmanes del gobierno empresarial de Ricardo Martinelli. Un
vínculo profundo de clase les impide señalar la realidad: aquí no hay ninguna
democracia. Aquí lo que hay es un régimen oligárquico en que un puñado de
grupos económicos controlan los resortes del poder. Un régimen corrupto hasta
el tuétano, en que el dinero es el que manda, hasta en las supuestas
"democráticas" campañas electorales.
La verdadera democracia,
es decir, "el gobierno del pueblo", sólo nacerá de los sectores
populares, gremiales, intelectuales que asuman una crítica radical de los
regímenes políticos existentes en nuestro continente y que, seguidamente, se
movilicen para barrer hasta sus cimientos la seudo "democracia"
corrupta e injusta que nos oprime.
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