viernes, 12 de abril de 2013

Ni una lágrima por Thatcher, criminal de guerra de Malvinas



La ex "Dama de hierro" tendrá un funeral con honras militares. Sin embargo ni en su propio país la recuerdan con cariño. En Argentina menos, aunque algunos desmalvinizadores tratan de exculparla por sus crímenes de guerra.
EMILIO MARIN
Cuando una persona muere, por más críticas que haya concitado en vida, suele recibir juicios benévolos. Casi que se la reivindica, como poniendo en un tercer plano las perrerías verdaderas o falsas que antes iban con mayúsculas y subrayado.
Margaret Thatcher no gozará de ese privilegio de gran parte de los mortales. Falleció a los 87 años de un accidente cerebro vascular, el lunes 8 de abril, y su mala imagen la perseguirá hasta la cremación, cuando finalice su funeral con honras militares, el próximo miércoles 17.
Los familiares directos suyos, como sus hijos, estarán allí, igual que la reina Isabel II y el parásito mayor de Edimburgo, el premier David Cameron y unos cuantos militares, en actividad y retiro, subrayando que en las filas castrenses del imperio se la consideraba casi como una de las suyas.
Opiniones cruzadas.
Tendrá un funeral pomposo, no el barato que recomendaba el cineasta Ken Loach: "privaticemos el funeral de Thatcher. Saquémoslo al mercado competitivo y aceptemos la oferta más barata. Es lo que ella habría querido". Cuando mueren personas queridas los cementerios quedan chicos y, sobre todo, hay mucho dolor por su partida. Es lo que ocurrió en Venezuela con Hugo Chávez el 5 de marzo pasado. Que se compare ese océano de gente en Caracas y el vasito de agua que habrá en Londres, para medir el impacto social de uno y otro personaje.
Cameron es un discípulo de la oxidada dama, porque ocupa su despacho de Downing Street 10 y porque tiene puesta la misma camiseta del Partido Conservador con la que aquella llegó al gobierno en 1979 y conservó durante once años.
Se entiende entonces que el primer ministro la elogió como "una gran líder que salvó al Reino Unido, luchó contra viento y marea para llegar al poder y demostró mucho coraje". No muchos británicos comparten esa opinión, afectados como están por una crisis económica que viene, con intermitencias, de los tres gobiernos thatcherianos y el aniquilamiento del "Estado de bienestar". Esto, por supuesto, sin olvidar la responsabilidad del ajuste de los laboristas cuasi thatcherianos, como Tony Blair...
Lloran en Malvinas.
Toda regla reconoce excepciones. El rechazo generalizado a la ex baronesa, en cambio, da lugar a un amor intenso en las Malvinas, de los interesados kelpers. "Siempre será recordada en las islas por su determinación a enviar una fuerza naval para liberar nuestra casa tras la invasión Argentina de 1982", expresó el diputado Mike Summers, en nombre de la asamblea legislativa de las islas. Summers recordó que ya en 1983 los isleños le habían concedido la condecoración "Libertad de las islas Falklands (sic)".
Pero los biógrafos de la fallecida no deberían pasar por alto que en Malvinas viven 3.000 personas y casi 1.500 soldados ingleses. No parece un contingente numeroso como para salvarla de un juicio lapidario.
No vaya a creerse que sólo en Argentina y el Tercer Mundo persiste, firme como roca, ese repudio. Incluso en Inglaterra y por supuesto en Escocia e Irlanda, hubo condenas a su pasado político y hasta brindis y festejos por su deceso. Era la gente que recordaba su inicial paso por el ministerio de Educación en un gobierno conservador anterior, cuando eliminó la copa de leche a los escolares de entre 7 y 11 años. También la cuestionaron mineros y miembros de otros sindicatos liquidados por la gobernante mediante privatizaciones, quita de subsidios, aumento del desempleo y legislación antisindical.
El ex alcalde Londres, el laborista Ken Livingstone, mantuvo el filo crítico hacia la mujer aún después de muerta. Quiere decir que ella hizo demasiado daño en su propio país.
La historia del Belgrano.
La premier conservadora tuvo una gran sintonía con el norteamericano Ronald Reagan durante la guerra de Malvinas. El Pentágono proveyó información, logística, armamentos y mucha ayuda política, entre otras una seudo mediación del general Alexander Haig, que operó para Londres en los momentos decisivos. "Para los EEUU, sin su ayuda los ingleses habrían caído en Malvinas" tituló Infobae (30/11/2011) al reproducir las declaraciones del ex Secretario de Marina estadounidense, John F. Lehman.
El 2 de mayo de 1982 la señora ordenó el hundimiento del ARA Gral. Belgrano, que navegaba fuera de la zona de exclusión dictada unilateralmente por Londres en ese conflicto. Y el submarino nuclear Conqueror, con sus misiles, hundió al crucero y mató a 323 compatriotas, casi la mitad de las 649 bajas argentinas a lo largo de los 74 días que duró el enfrentamiento.
Semejante decisión fue adoptada por la premier en la residencia de Checquers, junto con un grupo cerrado de ministros y secretarios. Luego defendió esa acción mintiendo que el barco significaba un peligro para las tropas británicas.
Ese fue un crimen de guerra y los ex combatientes y sus familiares, así como muchos otros sectores del pueblo argentino no comprenden que aún hoy no haya sido denunciado como tal en la Corte Internacional de La Haya o instancias similares. Por eso la baronesa, título nobiliario que le obsequió Isabel II, pudo morirse impune, dizque inocente. Adonde haya ido después de expirar, puede que los 323 marinos del Belgrano le golpeen la puerta. Aunque si la lucha de clases continúa en esos cielos, Thatcher estará reunida con Reagan, en una parte; y los muertos argentinos departirán con el almirante Brown, en otro lado.
Contrarrevolucionaria cabal.
Trasgrediendo el sentido común y el lenguaje, Mariano Turzi escribió ayer en "La Nación": "la dama fue, aunque irrite decirlo, revolucionaria. Quiso acabar un orden político y económico que consideraba vetusto e ineficiente: rompió el poder de los sindicatos, dejó al laborismo fuera del poder por 11 años, y redefinió los límites entre Estado y mercado". Esa política fue cabalmente contrarrevolucionaria, en todo el sentido de la expresión, dentro del Reino Unido, el Atlántico Sur y las cuestiones europeas y globales.
Los tres millones de desocupados en las minas, las empresas estatales privatizadas del servicio de transporte aéreo, telecomunicaciones, electricidad y el gas, etc, no entenderán esa calificación de Turzi. La mayoría de los argentinos, tampoco, por el crimen del Belgrano. Menos surge una visión "revolucionaria" del comprobado complot de Thatcher con Reagan y el entonces papa Juan Pablo II para derribar el socialismo en Europa del Este y la misma URSS.
A lo sumo se podría elogiar su buen ojo para descubrir a un potencial aliado en las filas enemigas. Es lo que hizo con Mijail Gorbachov, al que elogió y atrajo al lado de la campaña capitalista para demoler el socialismo, perestroika de por medio con su engañosa fórmula de "socialismo con democracia". El desempleo y crisis en los dos extremos de Europa, ayer y hoy, son consecuencias buscadas por la entente Reagan-Thatcher-Vaticano, logradas con la complicidad de Gorbachov y Boris Yeltsin.
Ya retirada del gobierno por sus fracasos e impuestazos, pero conservando su escaño en la Cámara de los Lores, empleó sus últimos cartuchos en salvar al ex dictador Augusto Pinochet, preso en Londres y con pedido de extradición a España.
¿De qué revolucionaria hablan? Hasta la Thatcher se habría ofendido si la llamaban de ese modo. Ella prefería ser la "Dama de hierro", de un metal que oxidado y viejo aún podía matar, herir o contaminar.
Dos la salvan.
Entre los pocos argentinos que han hablado bien de la fallecida está un historiador mitrista de cabotaje y un argentino con alto vuelo internacional.
El primero es Luis Alberto Romero, quien la eximió del crimen de guerra del Belgrano. Escribió ayer en "tribuna de doctrina": "Tres décadas después se sigue repitiendo el argumento de que el crucero no era un blanco de guerra legítimo. Thatcher hizo lo que la mayoría de los responsables de una guerra habría hecho. Ni más ni menos. Nuestro nacionalismo paranoico encuentra siempre culpables ajenos para explicar nuestros fracasos o errores. Pero los muertos del General Belgrano deben ponerse en la cuenta de los jefes militares irresponsables. No tengo una opinión muy fundada sobre la anciana dama que acaba de morir. Más bien, no me gustaba. Pero sé que de ese pecado está exenta". Los comentarios huelgan. Thatcher exenta de ese crimen...
El otro argentino con elevadas responsabilidades mundiales que tomó la palabra fue Francisco, que es Bergoglio. "El Papa recuerda los valores cristianos que estaban en la base de su compromiso con el servicio público y en la promoción de la libertad entre la familia de las naciones", rezó el telegrama en inglés que difundió la Santa Sede, enviado por el cardenal Tarcisio Bertone a Cameron, en nombre del Pontífice.
¿Qué dirán ahora los políticos que en Buenos Aires aseguraban estar frente a un "Papa Argentino y Peronista"? Después de ese telegrama endiosando a la criminal de guerra, ¿quedará margen para que la presidenta argentina le vuelva a pedir a Francisco gestiones a favor de las negociaciones con Londres por Malvinas?

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