Soledad: Paraguay y el mundo te recuerdan
El 8 de enero de 1973 moría asesinada en Recife
(Brasil) Soledad Barrett Viedma
Por Francisco
Corral ABC (Paraguay)
Para
honrar a esta mujer soñadora, firmemente involucrada en la liberación de
América Latina, les traigo un poco de la historia de Soledad Barret.
Nació el 6 de enero de 1945 en Paraguay.
Tapa de un diario que muestra las piernas de Soledad |
Soledad se exilió en Uruguay con sus padres y vivió
en Montevideo buena parte de su juventud. Allí protagonizó en julio de 1962 un
incidente que tuvo amplia repercusión en la opinión pública uruguaya: un grupo
neonazi la raptó en su condición de destacada dirigente estudiantil y, con
amenazas de muerte, quisieron obligarla a gritar sus consignas como “viva
Hitler” o “abajo Fidel”. Como Soledad se resistió, le grabaron con una navaja
dos esvásticas en los muslos.
Era el comienzo de la violencia que en Uruguay llevaría a la instauración del régimen militar. Y Soledad tuvo que abandonar también ese país. Vivió varios años en Cuba y allí conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo; se casaron y tuvieron una hija. Él volvió a Brasil en 1970 para integrarse a los grupos que en aquellos años aspiraban a realizar la revolución socialista inspirados en el ejemplo cubano. Un año después, Soledad le siguió. Al poco tiempo de llegar a Brasil supo que José María había sido apresado y muerto. Soledad encontró en esa muerte un motivo más para seguir en la lucha contra las dictaduras que por aquellos años dominaban los países latinoamericanos.
En la vida de Soledad se cruza el Cabo Anselmo, quien era amigo y camarada de Ferreira, que también había sido marinero y había participado en las revueltas de Río de Janeiro. Con el paso del tiempo, sus vidas se van acercando; y este acaba convirtiéndose en el nuevo compañero de Soledad.
Sin embargo, Anselmo era en realidad un infiltrado, un agente al servicio de la policía. No hay ninguna duda (y él mismo lo ha confesado) de que a partir de 1971 colabora como confidente con los más sanguinarios grupos de la represión. Y lo hace con una eficacia terrible, pues nadie hubiera podido nunca desconfiar del prestigioso líder de los marineros. La razón se resiste a aceptar que alguien pueda llegar a tal grado de inhumanidad y de vileza como para denunciar sistemáticamente durante casi dos años a decenas (tal vez centenares) de compañeros, lo que significaba entregarlos a la tortura y la muerte. Pero Anselmo llegó aún más lejos y completó su miserable traición entregando a los seis miembros del grupo del que él mismo formaba parte como infiltrado.Entre ellos se encontraba su propia compañera, Soledad, que además estaba embarazada.
Era el comienzo de la violencia que en Uruguay llevaría a la instauración del régimen militar. Y Soledad tuvo que abandonar también ese país. Vivió varios años en Cuba y allí conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo; se casaron y tuvieron una hija. Él volvió a Brasil en 1970 para integrarse a los grupos que en aquellos años aspiraban a realizar la revolución socialista inspirados en el ejemplo cubano. Un año después, Soledad le siguió. Al poco tiempo de llegar a Brasil supo que José María había sido apresado y muerto. Soledad encontró en esa muerte un motivo más para seguir en la lucha contra las dictaduras que por aquellos años dominaban los países latinoamericanos.
En la vida de Soledad se cruza el Cabo Anselmo, quien era amigo y camarada de Ferreira, que también había sido marinero y había participado en las revueltas de Río de Janeiro. Con el paso del tiempo, sus vidas se van acercando; y este acaba convirtiéndose en el nuevo compañero de Soledad.
Sin embargo, Anselmo era en realidad un infiltrado, un agente al servicio de la policía. No hay ninguna duda (y él mismo lo ha confesado) de que a partir de 1971 colabora como confidente con los más sanguinarios grupos de la represión. Y lo hace con una eficacia terrible, pues nadie hubiera podido nunca desconfiar del prestigioso líder de los marineros. La razón se resiste a aceptar que alguien pueda llegar a tal grado de inhumanidad y de vileza como para denunciar sistemáticamente durante casi dos años a decenas (tal vez centenares) de compañeros, lo que significaba entregarlos a la tortura y la muerte. Pero Anselmo llegó aún más lejos y completó su miserable traición entregando a los seis miembros del grupo del que él mismo formaba parte como infiltrado.Entre ellos se encontraba su propia compañera, Soledad, que además estaba embarazada.
Los seis fueron
apresados y torturados.
Soledad, nieta del escritor Anarquista
Rafael Barrett, fue asesinada en 1973.
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