viernes, 31 de mayo de 2013

La izquierda boliviana en el siglo XXI. Democracia, autoritarismo, neoliberalismo y socialismo comunitario del vivir bien

Evo Morales es elegido presidente del MAS, Movimiento Al Socialismo
en el congreso del partido 10-12 de enero de 2009.


La izquierda boliviana en el siglo XXI. Democracia, autoritarismo, neoliberalismo y socialismo comunitario del vivir bien

Por Horacio Duque Giraldo


Horacio Duque: Licenciado en Ciencias Sociales e Historia de la Universidad del Quindío (Armenia, Colombia); Maestría en Problemas Contemporáneos del Instituto de Altos Estudios de Paris (Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia); autor de varios libros y artículos sobre historia y política colombiana.

Palabras clave: Democracia, autoritarismo, neoliberalismo, izquierda, indigenismo, nacionalismo y socialismo comunitario del vivir bien.

Resumen.

Este documento es una reflexión sobre la Izquierda boliviana en el marco de la tensión democracia-autoritarismo, en el periodo comprendido entre los años 2000-2013, que cobra forma con la presencia protagónica de los movimientos sociales indígenas y campesinos, en la “guerra del agua”, en abril del 2002, y la “guerra del gas”, en octubre del 2003, que pone fin al gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Losada y abre el camino para el triunfo presidencial de Evo Morales y el MAS en el año 2005, al obtener el 53,7% de las votaciones nacionales.


Índice.

Introducción

Marco teórico y de contexto.

1.                La izquierda histórica boliviana.

2.                La crisis del autoritarismo, del neoliberalismo y del populismo en las décadas de los 80 y los 90.

3.                Movimientos sociales indígenas y campesinos y el triunfo de Evo Morales y el MÁS. La nacionalización de los hidrocarburos y la Constitución del 2009.

4.                EL socialismo comunitario y el Vivir bien. Los avances y las críticas.

Conclusiones.

Referencias bibliográficas.

Introducción.

Este documento tiene como objetivo principal analizar la Izquierda boliviana en el periodo que va entre el año 2000 y el 2013 y su papel en la construcción de la democracia social participativa en Bolivia .

El marco de la reflexión es la tensión democracia-autoritarismo, característica de la organización y funcionamiento del Estado en las naciones suramericanas durante largos años.

Dicha contradicción se hace notable al acentuarse la tendencia hacia la construcción de una nueva forma de régimen democrático activado y desarrollado por nuevos actores políticos y sociales (Gómez L.: 2010: p: 8), como solución a la crisis del Estado neoliberal.

La izquierda boliviana, toma un papel protagónico en la dinámica revolucionaria impulsada por los sectores indígenas, campesinos y populares con las movilizaciones sociales acaecidas desde principios del siglo XXI y con el triunfo presidencial de Evo Morales y el MÁS, en el año 2005.

Los procesos que ocurren en la sociedad boliviana en el periodo comprendido entre 2000-2013, se colocan en el sentido de la superación del autoritarismo militar y de la “democracia pactada” de signo neoliberal. El proyecto ejecutado, especialmente por los grupos populares, es el de la profundización de la democracia comunitaria y social participativa.

La construcción de la democracia comunitaria ha significado la presencia y actualidad de uno de los conflictos históricos, políticos y sociales de más larga duración y persistencia en la sociedad boliviana y latinoamericana: la confrontación entre las tendencias políticas democráticas y las tendencias políticas autoritarias. Las cuales se han desarrollado y manifestado de diferentes formas y en distintos momentos de la historia política de dicha nación.

La reflexión que desarrollo ensambla visiones históricas, interpretaciones políticas y aproximaciones sociológicas, lo que supone hacer un enfoque hacia la diversidad social y el tipo de estructuras sociales y otros campos de la vida social a partir de los cuales también se configura la vida política y las prácticas políticas que tienen influencia significativa en los espacios institucionales del Estado.

En un primer momento abordaremos el alcance de las categorías principales que sirven de marco de interpretación de los hechos que asume este trabajo. Nos referimos a los términos democracia y autoritarismo.

Con el protagonismo de los movimientos sociales indígenas, campesinos y populares desde finales del siglo XX, la Izquierda boliviana se ha transformado para jugar un papel protagónico en la construcción, organización y funcionamiento del Estado y del régimen político de la democracia comunitaria y social participativa.

En la lógica de la tesis anterior hemos organizado esta exposición en las siguientes partes.

Un primera parte se focalizara en la presentación histórica de la Izquierda boliviana y sus antecedentes, con un acercamiento general al concepto de izquierda.

La segunda parte abordara los impactos sobre la Izquierda de la crisis del autoritarismo y la “democracia pactada” neoliberal, acelerada tanto por la “guerra del agua” (2000) como por la “guerra del gas” (2003).

Un tercer momento se enfocara en las formas y características que adquiere la Izquierda boliviana con la emergencia del Más y el gobierno de Evo Morales.

Un cuarto momento se focalizara en el triunfo del Más en el 2005, la nacionalización de los hidrocarburos el 1 de enero del 2006 y la Constitución del 2009, que avanzan en una revolución política orientada a la construcción de la democracia y el socialismo comunitario. Modelo que arroja resultados importantes tanto en el ámbito económico, como social, político y geopolítico. Desde luego, con miradas críticas que resaltan aspectos problemáticos del proceso.

Las conclusiones nos mostraran el panorama de la nueva Izquierda boliviana y su papel en la agenda de transición hacia la democracia comunitaria o social participativa.

Un marco teórico y de contexto para el análisis de la Izquierda venezolana en el dilema democracia-autoritarismo.

La crisis de la democracia neoliberal autoritaria en América Latina, visibilizada en diversos procesos a lo largo de las dos últimas décadas (Natanson, 2008; Linera, 2012), acentuó el conflicto entre democracia y autoritarismo. Se trata de una inveterada contradicción que alude a dos núcleos del pensamiento político clásico con clara influencia en la organización y funcionamiento de las instituciones de poder latinoamericanas.

El autoritarismo.

El autoritarismo en el enfoque de Linz, es un sistema político con un pluralismo político limitado, no responsable, sin una ideología elaborada directiva, pero con mentalidad propia, sin una movilización política amplia ni intensa, excepto en algunos momentos en su desarrollo, y en el cual un líder u ocasionalmente un pequeño grupo ejercen el poder dentro de unos límites formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles (Linz, 1964:225). Son diversas las manifestaciones concretas del mismo, mencionémoslas: i) Los regímenes autoritarios burocráticos-militares; ii) El estatismo orgánico; iii) Los regímenes autoritarios movilizadores en sociedades posdemocráticas; iv) Los regímenes autoritarios movilizadores surgidos después de la independencia; v) Las “democracias” raciales y étnicas; vi) los regímenes políticos “defectivos” y “pretotalitarios”, y vii) Los regímenes autoritarios postotalitarios. (Linz, 2009).

En los Estados de América latina ha sido frecuente, desde 1964 en Brasil, la manifestación de la forma burocrático-autoritaria (Collier, 1985; O´Donnel, 1985), como sistema de poder caracterizado por ser garante y organizador de la dominación ejercida a través de estructuras de clase subordinada a las fracciones superiores de una burguesía muy oligopolizada y transnacionalizada; que en términos institucionales, se compone de organizaciones en las que tiene un peso decisivo los especialistas en la coerción, así como aquellos cuyo objetivo es lograr la “normalización” de la economía; en el que prevalece la exclusión política de un sector popular previamente activo, que es sometido a controles estrictos con la finalidad de eliminar su función activa en la arena política nacional; exclusión que implica la supresión de la ciudadanía; la exclusión económica del sector popular; la despolitización de las cuestiones sociales; y el cierre de los canales democráticos de acceso al gobierno (O´Donnell, 1985).

Desde 1964, la política boliviana fue dominada por un autoritarismo cuyo pilar central fueron los militares. Dicho autoritarismo tomó una forma distintiva, producto de la herencia de la revolución de 1952. Aunque el gobierno militar asumió muchas formas entre 1964 y 1978, la dictadura de Banzer demostró ser la más exitosa y duradera. Del examen del régimen de 1971 -1977 surge el carácter esencial del autoritarismo militar en la Bolivia del siglo XX. (O´Donell, Schmitter, 1988: p 87).

La democracia.

La democracia, en la visión de Gómez L. (2004: 20), recogiendo el legado teórico de Sartori (1997 y 1989) y Held (1996), es “un determinado tipo de régimen político cuya principal característica sería representar la voluntad de todos los ciudadanos”, ideal que las sociedades modernas buscan alcanzar, que en la interpretación de Lijphart (1991:19) puede ser considerado “como el extremo de una escala sobre la que se mida el grado de representatividad democrática de diferentes regímenes. Es decir, en qué medida los distintos regímenes políticos han logrado concretizar en su funcionamiento los supuestos teóricos de la democracia o en qué medida éstos han mantenido formas reñidas con ese ideal”.

Lo que nos coloca en el tema de los requisitos esenciales de la democracia, asunto que aborda Robert Dahl en su Poliarquía (1999, 1993 y 1991), para indicar los elementos básicos que deben tener los regímenes políticos para ser llamados democráticos.

Esas condiciones primordiales son las que sistematiza Gómez L. en su texto, La frontera de la democracia. El derecho de propiedad en Chile 1925-1973 (2004:23), recogiendo las propuestas de Dahl y O´Donnell (1996:7) que se sintetizan así: 1. Un origen democrático, o sea, que la génesis de las normas institucionales, plasmada por lo general en una constitución política, haya sido generada democráticamente a través de un acto constituyente democrático; 2. Competencia política y existencia de oposición; 3. Sufragio universal y otras formas de participación; 4. Elecciones libres, competitivas y a intervalos de tiempos regulares; 5. Electividad de todos los cargos más relevantes; 6. Partidos en competencia; 7. Fuentes de información diversas y alternativas; 8. Duración legal de los cargos electos; 9. Sometimiento de las Fuerzas Armadas al poder civil; y 10. Un demos votante claramente establecido.

Obviamente, este cuadro formal – válido, por supuesto- de la democracia política no puede llevarnos a una fetichización y descontextualización de la misma, a la manera como lo plantea la narrativa del liberalismo clásico y el neoliberalismo contemporáneo.

Desde el pensamiento clásico de la Ciencia Política, Bobbio (1993), ha llamado la atención sobre el conjunto de falsas promesas o promesas incumplidas de la democracia, argumentando que de una democracia del individuo y del pueblo soberanos se habría pasado a una democracia de los grupos poderosos, convertidos en los protagonistas de la vida política, que por la predominancia de sus intereses particulares provocaban un efecto centrífugo en la política y su consecuente fragmentación. De este modo, el predominio del neocorporativismo, definido por la presencia de grupos de interés particulares por encima de la preservación del bien público, habría distorsionado los principios y fines de la democracia. Bobbio, también se refería al poder invisible de la democracia como aquel poder oculto que, desde los intersticios, regía la práctica política y reorientaba de manera subrepticia sus objetivos generales.

Boron, Meiksins Wood y Nun, han señalado que el discurso burgués dominante impone una fetichización de la política, consistente en una reducción de la democracia, a la pura realización de eventos electorales sistemáticos. Lo que permite a Boron plantear que la persistencia de los mecanismos de exclusión social, la intensificación de las desigualdades económicas y la débil legitimidad política que encuentra en la sociedad civil, hacen de las supuestas democracias simples “regímenes post-dictatoriales”, o en estricto rigor plutocracias. (Boron, 2009:243). Por su parte, Meiksins observa que el supuesto histórico de la ciudadanía en la democracia liberal es la devaluación de la esfera política, la nueva relación entre lo “económico” y lo “político” que reduce la importancia de la ciudadanía y transfiere algunos de sus poderes al dominio puramente económico de la propiedad privada y el mercado, donde la mera ventaja económica ocupa el lugar del privilegio jurídico y el monopolio político. La devaluación de la ciudadanía implícita en las relaciones sociales capitalistas es un atributo esencial de la democracia moderna. Por esa razón, la tendencia de la doctrina liberal a representar los desarrollos históricos que produjeron la ciudadanía formal como un simple reforzamiento de la libertad individual -la liberación del individuo de una estado arbitrario, así como de las restricciones de la tradición y de las jerarquías prescriptivas, de las represiones de la comunidad o las demandas de la virtud cívica- es imperdonablemente unilateral. Así, pues, en una época de movilización masiva, el concepto de democracia ha sido sometido a nuevas presiones ideológicas de las clases dominantes, que no sólo demandaban la enajenación del poder “democrático”, sino también una clara disociación de la “democracia” y el “demos” –o por lo menos un viraje decisivo del poder popular como criterio principal de los valores democráticos. El efecto fue que el enfoque de la “democracia” dio un giro del ejercicio activo del poder popular al goce pasivo de las salvaguardas y derechos constitucionales y de los procedimientos, y del poder colectivo de las clases subordinadas a la intimidad y el aislamiento del ciudadano individual. El concepto de “democracia” se fue identificando cada vez más con el de liberalismo, palabra cuyo significado es notoriamente impreciso y variable, pues se trata de un cuerpo de principios comúnmente relacionados que tienen que ver con un gobierno “limitado”, libertades civiles, tolerancia, la protección de una esfera de privacía contra la intromisión del Estado, junto con un énfasis en la individualidad, la diversidad y el pluralismo (Meiksins, 2000: 246-264).

Nun muestra cómo, en efecto, la democracia, en los términos de Schumpeter (1961), ha sido reducida a un procedimiento para gobierno de los políticos, excluyendo al “demos”. (Nun, 2002).

Las aristas de este debate que confronta la democracia con el autoritarismo y a la democracia misma en su propio ámbito, se han reflejado en las preocupaciones y desafíos ideológicos, políticos y prácticos de la izquierda, que no es ajena al dilema señalado y las controversias al interior del campo de la democracia como régimen de poder.

Zabaleta Mercado (2009), Zegada (2011) y Tapias (2008), desde la experiencia boliviana, postulan visiones alternativas para trascender las versiones liberales, eurocéntricas y anglosajonas de la democracia como un método de selección de las elites gobernantes.

Zabaleta Mercado, sugiere pensar la democracia como movimiento general de la época; como representación; como problema de la teoría del conocimiento; y como autodeterminación de las masas. Esa perspectiva cobra utilidad al momento de interpretar lo que él denomina la composición abigarrada de la formación social boliviana.

Zegada, recurriendo a categorías como “campo político” y “campo de conflicto”, plantea que es necesario abandonar una visión monológica de la democracia asociada a la estabilidad institucional, y más bien partir de las contradicciones donde el objetivo de la política, más que atacar los conflictos y mitigarlos, consiste en movilizarlos, ponerlos en el centro del escenario, visibilizarlos en el marco de la expresión del pluralismo.

Tapias, reflexiona sobre la necesidad de partir de un concepto de democracia como condición lejos del equilibrio; propone trascender la visión minimalista e institucionalista de la democracia que remite a la versión formal de la representación liberal (sistema de partidos, competencia electoral, división de poderes); la democracia, afirma, es fundamentalmente el reconocimiento de la igualdad y la construcción de un régimen de ciudadanía cuyo eje básico es el derecho a la igualdad social y política, que se desprende de una apropiación colectiva del excedente económico.

Pasemos revista al panorama de la izquierda boliviana, objeto de nuestro análisis.

1. La Izquierda histórica boliviana.

Antes de acercarnos al mundo de la Izquierda boliviana resulta conveniente abordar teóricamente el tema. Hay diverso enfoques sobre el término. En su texto Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, Norberto Bobbio, establece que la izquierda política se determina por su valoración de la igualdad, mientras que la derecha lo hace por su estimación de la libertad. (Bobbio, 1995; Gallardo, 2005).

Arditi, plantea una definición de izquierda apoyada tanto en criterios conceptuales como prácticos. En el primer caso “busca cambiar el statu quo, impulsa la igualdad y la solidaridad” pero agrega que el significado de los conceptos debe ser verificado a través de un desacuerdo, particularmente importante pues permite desligar el término izquierda del contenido de un proyecto y/o representación del cambio determinados, y más bien hace que el sentido de estos términos sea un efecto contingente de polémicas entre actores políticos. El segundo conjunto de criterios, se centra en la praxis de los movimientos de izquierda y se refiere a que “la identidad de estas agrupaciones se va modificando de acuerdo con los aciertos y fracasos de sus proyectos, los distintos adversarios con los que deben enfrentarse y las representaciones que se hacen de sí mismas” (Arditi, 2009).

Trascendiendo el campo de la filosofía política, otros autores proponen una clasificación de la izquierda latinoamericana, la que según Castañeda (1994:27) se puede organizar de acuerdo con dos criterios determinantes. El primer principio implica una clasificación ideológica y política; el segundo es funcional. Ideológica y políticamente, la izquierda latinoamericana se puede descomponer en cuatro grupos: los partidos comunistas tradicionales, la izquierda nacionalista o populista, las organizaciones político-militares y los reformistas de la región. Funcionalmente, se pueden agregar dos grupos: la izquierda social y la izquierda intelectual.

Tapias (2005: 342) afirma que la izquierda histórica boliviana nace con tres componentes: la idea socialista, la cuestión nacional y la reivindicación de las raíces étnicas, a lo que se ha agregado un nuevo componente, que proviene de las luchas antiautoritarias de los años setenta, esto es, la democracia.

Desde el punto de vista ideológico, afirma Tapias, fue un socialista, Gustavo Navarro –más conocido como Tristán Marof-, quien en el libro La justicia del Inca (1924) planteo el programa de la izquierda del siglo XX: tierras al pueblo y minas al Estado, es decir, reforma agraria y nacionalización.

Otro gran documento histórico de la izquierda fue planteado en un texto de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros, fundada en 1938, que se conoce como la tesis de Pulacayo (1946). Es un discurso obrerista, socialista y antiimperialista. De ahí en adelante, los sindicatos y su espacio de articulación nacional, desde 1952, la Central Obrera Boliviana (COB), serán el lugar en que se plantearan los programas políticos y proyectos de la izquierda boliviana.

De manera más precisa, la presencia de la izquierda puede localizarse (Zegada, 2012) en las décadas iniciales del siglo XX, con la organización de los sindicatos obreros y la construcción de un discurso ligado a la conquista de derechos y a la transformación social, bajo la influencia de la Revolución Rusa de 1917 y la Revolución Mexicana de 1910.

Hay varios momentos en la presencia histórica de la izquierda.

Un momento inicial abarca las primeras décadas del siglo XX hasta la revolución del 52, cuando bajo influencia del anarquismo y el socialismo se iniciaron las primeras organizaciones sindicales urbanas, obreras así como estudiantiles, y la generación de ideas contestatarias y alternativas al régimen oligárquico liberal.

Las agrupaciones partidarias tienen su contraparte en los sindicatos y federaciones obreras que poco a poco van conformándose en ese periodo. Por otra parte, afirma Zegada, aunque sin un horizonte político claro, persistían las rebeliones indígenas en defensa de las comunidades frente a las pretensiones primero coloniales y luego del Estado Republicano de desestructurarlas. Dichas luchas aunque fueron aisladas, y en su caso instrumentalizadas por las élites en el poder, constituyen el germen de resistencia y construcción del discurso indigenista posterior que reaparece entre finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.

Más adelante, las consecuencias políticas internas de la guerra del Chaco (1932-1935) entre otros factores, provocaron el desarrollo de la conciencia nacional junto a los discursos nacionalistas que tendieron a generalizarse, así como la fundación de los primeros partidos políticos marxistas en Bolivia, como el Partido Obrero Revolucionario (POR) de tendencia trotskista que se funda en 1936, en Córdoba (Argentina), por un grupo de desterrados. En 1940 surgieron el Partido Socialista Obrero de Bolivia y el Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), vinculado al Partido Comunista de la Unión Soviética.

En este periodo se fundó el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido de tendencia nacionalista de izquierda que protagonizó la revolución de 1952.

Estos partidos posicionan, con distintos énfasis, tanto el discurso revolucionario socialista, como la cuestión nacional y el antiimperialismo en base a la contradicción nación-anti nación, esta última representada por la oligarquía minero-feudal.

Tanto el PIR (que en 1950 paso a llamarse Partido Comunista de Bolivia) como el POR, agrega Zegada, establecían claramente sus fronteras ideológicas en el campo del marxismo leninismo, y minimizaron el potencial revolucionario de campesinos e indígenas, en tanto que el MNR rompió con ese enfoque y relacionó el discurso nacionalista a una extendida alianza de clases convocando a todos los sectores populares contra la oligarquía, logrando de esta manera convertirse en el conductor del hecho revolucionario más importante del siglo XX en Bolivia: la Revolución Nacional de 1952 (2013).

Días después de la victoria revolucionaria, se crea la Central Obrera Boliviana (COB) (2013), que encabezó el histórico líder sindical Juan Lechín Oquendo. La COB se convertiría así en la organización más poderosa de la historia del sindicalismo en Bolivia y en América Latina. Considerando la importancia de la minería en la economía nacional, éste fue el sector social que marcó la política. Desde sus asambleas, se definiría la suerte de la nación entera. El paradigma teórico giró alrededor del nacionalismo revolucionario y la propuesta política se concretó en el “poder dual” (Zavaleta, 1979), que implicaba la participación directa de los trabajadores en la conducción gubernamental. La política se hace desde el sindicato.

Un segundo momento se inaugura precisamente con dicho evento revolucionario y está signado por la hegemonía del proyecto nacionalista revolucionario que dura casi treinta años. Pocos años después de la revolución, y en un contexto de profunda crisis económica y social, el gobierno del MNR propicia un temprano acuerdo con el imperialismo norteamericano aceptando sus condiciones para encarar la crisis a cambio de ayuda económica, provocando la ruptura con los sectores obreros e izquierdistas del gobierno. En realidad, durante estas tres décadas, el “nacionalismo revolucionario” como proyecto hegemónico se desplaza pendularmente entre los polos “nación” y “revolución”, en otras palabras, entre el polo conservador y el polo progresista, como lo remarca Zegada en el texto citado.

La izquierda permanece articulada a la Central Obrera Boliviana, que si bien en un primer momento firmó un pacto de co-gobierno con el MNR -que Zavaleta identificó como “germen de poder dual” (1979)- luego, ante las políticas antipopulares asumidas por el gobierno, rompió dicho acuerdo y ejerció una de las oposiciones más drásticas a ese y a los gobiernos posteriores de turno, mediante un amplio repertorio de movilizaciones que no solamente cuestionaron las políticas públicas y ministros de Estado, sino también logró la destitución de presidentes de la república.

Desde el comienzo del proceso nacionalista revolucionario, también aparecieron variantes de izquierda que combinaban elementos de esta corriente con otros de izquierda; entre ellas se puede mencionar al Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI), liderado por Hernán Siles Suazo, el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional, del dirigente minero Juan Lechín Oquendo, y la Alianza de la Izquierda Nacional, creada por Juan José Torres.

Hubo, además, otras varias agrupaciones menores, pero en general se puede decir que el internacionalismo del POR, el PCB y el maoísta Partido Comunista Marxista Leninista (PC-ML), de una parte, junto al nacionalismo de izquierda, de otra, coparon el ámbito ideológico izquierdista en esta etapa, planteando el objetivo estratégico de la revolución socialista y pugnando intensamente entre sí por las modalidades más óptimas para llevarla a cabo.

Coincidieron con esta fase del nacionalismo revolucionario, las irrupciones guerrilleras primero del Che Guevara en Ñancahuazú en 1967, y luego la guerrilla de Teoponte en 1970, cuyas acciones no afectaron el poder ni las posibilidades emancipatorias de otros sectores sociales y políticos bolivianos.

Desde 1964 hasta 1982, Bolivia vive dictaduras militares con breves interrupciones democráticas. Los movimientos mineros son importantes, así como la respuesta autoritaria y las matanzas respectivas. Los estudiantes salen a la palestra y buscan formas de acción y organización.

Paralelamente, jóvenes de la democracia cristiana, al lado de otras organizaciones políticas se inscriben en distintas propuestas políticas. Una de ellas es el MIR que lidera Paz Zamora Paralelamente, algunos liderazgos fundamentales darán voz a estas propuestas, como es el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien fundaría años más tarde el Partido Socialista 1. El centro de la discusión giraba alrededor del socialismo, el antimperialismo, el gobierno popular y nacional. Una de las características de este momento es la débil vinculación entre propuesta urbana y sindicalismo. Es evidente que el surgimiento de estos partidos políticos –y ésa es su debilidad y las razones de su devenir– estará vinculado, sobre todo, a la clase media urbana, con poco contacto obrero y popular. En el caso del MIR, terminó subsumido en la lógica del poder junto a los partidos neoliberales, en tanto que el PS quedó restringido al discurso testimonial y al margen del proceso de decisiones.

En este momento hay un auge y derrota de la izquierda. En 1978, el dictador Hugo Banzer llama a elecciones obligado por una huelga de hambre iniciada por 4 mujeres mineras. La izquierda se une en una sola demanda: democracia. Las elecciones de 1978, 1979 y 1980 son ganadas por la Unión Democrática y Popular (UDP) con más del 30 por ciento de la votación. La UDP aglutina distintos partidos que van desde el MIR hasta la izquierda del MNR, pasando por el Partido Comunista Boliviano (PCB). Asimismo, Marcelo Quiroga Santa Cruz se presenta a las elecciones con el Partido Socialista 1 (PS-1) y obtiene el 4.17 por ciento y el 7.65 por ciento en 1979 y 1980, respectivamente.

2. La crisis del autoritarismo, del neoliberalismo y del populismo en las décadas de los 80 y 90.


En 1982, retorna la democracia y la UDP  asume la dirección del país. Si bien en un principio se buscan formas de participación obrera, intentando reeditar el “cogobierno”, a la vuelta de los meses la COB será una de las principales instancias de crítica al gobierno udepista y, a su vez, éste será incapaz de modificar las estructuras de la forma de participación política y la economía del país. Este momento es conocido por su hiperinflación y retroceso en indicadores económicos; entre 1980 y 1985, el PIB real fue de -1.2 y la inflación promedio de 2692.4%.

Paralelamente, en 1979, se funda la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), que dará inicio al katarismo (con distintas vertientes al interior), evocando al líder indígena Tupak Katari (asesinado en 1781, luego del Cerco de La Paz). El katarismo crecerá y se convertirá en la actualidad, como veremos adelante, en uno de los ejes de la nueva izquierda.

En 1985, la UDP deja el gobierno y se instala el MNR que inicia al ciclo del neoliberalismo. Los ejes que marcan este periodo son: la política económica de libre mercado, el paradigma de la gobernabilidad y la “democracia pactada”. El neoliberalismo se encargará de, por un lado, desorganizar al movimiento obrero a través del proceso de “relocalización”, que implicó cerrar varias minas enviando a la calle a miles de trabajadores y, por otro, cooptar (en distintas etapas) a la izquierda partidista. Así, el MIR dio un salto acelerado hacia la derecha; una fracción de este partido, el Movimiento Bolivia Libre, batalló en algunas elecciones con magros resultados y terminó incorporándose a la propuesta política de Gonzalo Sánchez de Lozada, en 1993.

La izquierda histórica, especialmente en su estructura de partido político, se redujo al mínimo durante estos años.

Por esta época, comenzó a generarse un pensamiento intelectual indígena anticolonialista. Dicho discurso se materializó políticamente en la fundación de partidos de corte indigenista como el Movimiento Indio Tupak Katari (MITK), el sindicalista Movimiento Revolucionario Tupac Katari (MRTK), y otros partidos indios en el occidente de Bolivia, que se presentaron en las distintas contiendas electorales de fines de los setenta, con escasos resultados electorales y acotados a sus ámbitos de influencia inmediata, pero cuyos principios y cosmovisiones son recogidos, en gran medida, veinte años más tarde.

Un momento crucial en este recorrido es el de la articulación de partidos políticos y organizaciones sociales de diverso origen con la democracia representativa a fines de los setenta y principios de los ochenta, pues constituyeron un bloque en la lucha contra las dictaduras al que se suma inéditamente el movimiento campesino constituyendo, de acuerdo a Zavaleta (1983), el eje de la multitud obrero-campesino.

Esta etapa permite comprender el papel protagónico que históricamente ha jugado el núcleo sindical obrero, y los antecedentes del movimiento campesino e indígena en el campo político. Si bien la actuación de los partidos marxistas de izquierda, ha sido episódica y hasta cierto punto marginal por su escasa capacidad de influencia en la toma de decisiones, los movimientos sociales constituidos en torno a la Central Obrera Boliviana, fueron los sujetos protagónicos de la izquierda a lo largo de la historia política del siglo XX, lo cual explica en cierto modo también el protagonismo de lo social en el actual proceso.

Durante la vigencia del neoliberalismo en los años 90, se da un profundo reflujo de los sectores sindicales obreros, particularmente de la COB.

Los amplios grados de consenso social, con los que fue implantado el modelo neoliberal en Bolivia (el MNR gana las elecciones con más del 30 por ciento de apoyo en 1993), se resquebrajaron con el paso de los años por múltiples factores.

El primer elemento es el débil rendimiento económico del modelo. El comportamiento del PIB en los últimos años fue ambiguo y, si bien el índice de desarrollo humano creció sostenidamente entre 1975 y 1999, fue gracias a los indicadores en salud y en educación. El impacto social de la economía no fue muy significativo, incluso en los mejores momentos del modelo; cuando el crecimiento del PIB era del 4.7 (entre 1994 y 1997), la tendencia a reducción de la pobreza sólo fue del 52 a 51 puntos, es decir, que el dinamismo económico no tenía reflejo en lo social. Las promesas económicas del neoliberalismo no fueron cumplidas.

Un segundo aspecto a destacar es el agotamiento de la lógica de la gobernabilidad gestionada a través de una “política de pactos”. De 1986 a 2003, se realizaron siete pactos entre la élite gobernante con distintos fines, lo que dio el nombre a “democracia pactada” . Estos, siempre con nombres rimbombantes, fueron acuerdos firmados por los líderes de los partidos políticos, sin ninguna participación de los movimientos sociales o sindicatos. Se creó así una bifurcación entre los partidos políticos que concertaban y definían el destino político de la nación y la población que, ya sea desde la calle, la federación o la comunidad, no participaba de la decisión.

Esta dinámica sostenida a través de los años generó un tercer elemento: la distancia entre el mundo político y el mundo social. Los partidos dejaron de ser un espacio para hacer, propiamente, política.

Un cuarto elemento es el fin del populismo como forma de expresión política. Los partidos Conciencia de Patria (CONDEPA) y Unión Cívica Solidaridad (UCS), ambos caracterizados por un liderazgo populista muy sólido, murieron junto con la trágica desaparición de sus líderes. Carlos Palenque, de CONDEPA, falleció luego de un infarto y lo propio sucedió con Max Fernández, de UCS, que se accidentó en una avioneta. Estas dos agrupaciones, cuyo mejor momento fue en el transcurso de los noventa, lograron un apoyo popular remarcable que luego perdieron rápidamente. En las elecciones de 1997, CONDEPA obtuvo el 17.1 por ciento de la votación y UCS el 16.1 por ciento; para 2002, los resultados fueron 0.3 por ciento y 5.5 por ciento, respectivamente. Estos elementos generaban un escenario favorable al surgimiento de nuevas opciones que pudieran satisfacer las demandas de la población, tanto en términos materiales de la economía como en formas de integración simbólica a la dinámica política. Se vivía el agotamiento de una forma de la política y de la economía, donde había prevalecido el paradigma neoliberal.

Unidos a otros múltiples factores (como la tradición de lucha sindical, las históricas sublevaciones indígenas, las constantes movilizaciones cocaleras, etcétera), estos aspectos ayudaron al renacimiento de la izquierda.

3. Movimientos sociales indígenas y campesinos y el triunfo del Más.


En ese contexto, otros actores y discursos comienzan a emerger y posicionarse también desde la esfera social; es el caso del discurso indianista mediante la organización y acción colectiva de los pueblos indígenas. Un hito insoslayable en este proceso de (re)articulación fue la “Marcha por el Territorio la Dignidad y la Vida” de 1990, que se inició en el oriente y se dirigió hacia la sede de gobierno, La Paz, con una demanda de reconocimiento de los derechos colectivos de estos pueblos, reivindicaciones ligadas a la tierra y al territorio, la autodeterminación y la defensa de las culturas ancestrales.

Estas demandas se materializan en:

a) la articulación y organización de las centrales de pueblos indígenas, por ejemplo en la Central Indígena de los Pueblos del Oriente Boliviano (CIDOB) de carácter inter étnico en el oriente, y juntas impulsan la demanda de una Asamblea Constituyente para transformar el Estado boliviano.

b) En occidente el movimiento katarista se expresó en distintas vertientes, una de ellas aglutina al conjunto de ayllus y markas del altiplano conformando el Consejo Nacional de Ayllus y Markas Qollasuyo (CONAMAQ), cuyo discurso principal apunta a la reconstitución de sus territorios ancestrales devastados por la colonización y recupera símbolos y héroes indígenas históricos como Tupac Katari, Bartolina Sisa o Zárate Willca.

c) Otra vertiente, en cambio, con una visión más pragmática, terminó pactando con el Estado neoliberal, y subordinada a sus políticas multiculturales; es el caso paradigmático de Víctor Hugo Cárdenas (un destacado intelectual aymara fundador del partido katarista) quien aceptó participar como candidato a la vicepresidencia de la república, y gobernó junto a Gonzalo Sánchez de Lozada entre 1993 y 1997.

d) Por último, la fracción más radical del katarismo, junto a un grupo de intelectuales de clase media conformaron el Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK) del cual participó el actual vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera, el dirigente indígena Felipe Quispe “el Mallku” y otros, con el discurso de autogobierno indígena y de descolonización propiciando acciones políticas violentas a principios de los noventa, lo cual provocó el apresamiento de sus principales dirigentes y, con ello, la dilución de dicho movimiento, en los años 90.

La Asamblea para la Soberanía de los Pueblos/MAS-IPSP.

De igual manera, durante la década de los noventa aparece una nueva opción electoral que surge como brazo político de las organizaciones sociales campesinas e indígenas, denominada Asamblea para la Soberanía de los Pueblos, que luego se convertiría en el Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP), que logró primero victorias electorales en los municipios del trópico de Cochabamba, y luego, en 1997, consiguió cuatro diputaciones a nivel nacional, entre ellos la del propio líder cocalero, Evo Morales Ayma.

A partir del año 2000 se produce un conjunto de movilizaciones que constituyen un ciclo de protestas que demarca el principio del fin del modelo político anterior. Este proceso se inicia con la denominada “guerra del agua” en Cochabamba (2000) que concluye exitosamente con la expulsión de una empresa transnacional de servicio de agua potable, seguida por un amplio repertorio de movilizaciones en distintos lugares del país en rechazo a las políticas y mandatarios de turno. La movilización se asentó en la federación de regantes y los sindicatos fabriles, bajo la dirección de Oscar Olivera. El crecimiento y el impacto de esta movilización dieron como fruto la Coordinadora del Agua, que iniciaría una nueva forma de participación política integrando el cabildo, la asamblea, la movilización y las estructuras sindicales a la toma de decisiones. Además, la coordinadora se convirtió en un modelo de coordinación entre distintos actores, sean sociales o políticos, que buscaban participación más activa en la política. Años más tarde, nació el Estado Mayor del Pueblo que buscaría la articulación nacional de las movilizaciones. Un segundo movimiento significativo fue el bloqueo de septiembre de 2000, protagonizado sobre todo por sectores campesinos aymaras y cuya eficacia fue notable, que dejó a la ciudad de La Paz sin abastecimiento, lo cual evocó el legendario bloqueo de Túpac Katari en el siglo XVIII. El dirigente aymara que saltó a la palestra fue Felipe Quispe, quien había tomado las riendas de la CSUTCB en 1998, luego de una activa participación política en distintas agrupaciones campesinas. Su presencia marcó con una dinámica nueva a la CSUTCB, que acudió recurrentemente al bloqueo como forma de lucha. Asimismo, incorporó a sus demandas aspectos fuertemente culturales, que se sintetizan en la idea de “las dos Bolivias” y la reivindicación de la “nación aymara”.

El caso más crítico fue la “guerra del gas”, que dio como resultado la expulsión del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. En esa ocasión, las demandas giraron alrededor de la negativa de venta del gas a Chile y su nacionalización y la renuncia del presidente. Las movilizaciones comenzaron en la ciudad de El Alto y se expandieron rápidamente, con significativos grados de adhesión. Los principales sectores movilizados fueron las juntas de vecinos y la COB, aunque días más tarde muchos otros actores ingresaron a escena. La respuesta del gobierno fue muy represiva, con un saldo de más de 50 muertos en tres días.

Así, en el marco de estas movilizaciones se va construyendo una agenda de los movimientos sociales basada fundamentalmente en la demanda de nacionalización de los hidrocarburos y la realización de una Asamblea Constituyente que permita una “refundación” del Estado boliviano.

La acción colectiva de los movimientos sociales se configura a partir de un complejo y flexible modelo de alianzas sociales y políticas que logra éxito en base al proceso de acumulación histórica previa. Tapia (2009a) puntualiza que se trata de un proceso cuya característica es la acumulación “desde los no lugares de la política”, es decir, desde aquellos espacios de la vida social ajenos al Estado y a la dinámica del sistema político partidario habitual, mediante la conformación de una red de nodos sociales urbanos y rurales que incursionan en el campo político articulados en un discurso común que promovía el cambio.

Paralelamente, en el escenario electoral también se perciben importantes desplazamientos concurrentes con la dinámica sociopolítica analizada. En las elecciones nacionales de 2002, Evo Morales se presenta como candidato a la presidencia con un discurso abiertamente contra hegemónico y logra un segundo lugar (con el 20,9%) muy cerca del primero. Morales, dirige desde 1994 las cinco federaciones cocaleras del trópico de Cochabamba (afiliadas a la CSUTCB) y su discurso sobre la coca le ha dado una presencia nacional hace ya varios años. En 1995, con base en la estructura sindical, se decide crear un instrumento político y nace la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, que luego se convertiría en el MÁS. El MAS fue expandiendo su radio de acción e ingresando a la lógica electoral, con lo cual controló los principales municipios de la región de El Chapare (Cochabamba). En las elecciones de 2002, este partido sorprende, ya que se ubicó en la segunda posición, superando todas las expectativas.

En esa misma contienda, se presenta otra expresión indígena aymara liderada por Felipe Quispe (el Mallku) quien obtiene alrededor del 6% de los votos, ambos alcanzan cerca del 27% de la preferencia electoral.

Más adelante, en 2005, el MÁS lograría el 54,3% de los votos a nivel nacional y una amplia mayoría parlamentaria, marcando un hito en la historia electoral boliviana.

Por las características anotadas, el MAS no es un partido conformado en los cánones tradicionales de ejercicio político; deviene de la conjunción del sindicato y el partido y puede ser caracterizado como un movimiento político, (Zegada, 2009) que progresivamente va ampliando su base social e interpelando a otros sectores de la sociedad como los pobres de las zonas urbanas, gremialistas, pequeños empresarios y clases medias que se suman de manera entusiasta al denominado “proceso de cambio” en que juega un papel absolutamente gravitante la figura de Evo Morales, pues genera fuertes procesos de auto identificación étnica y social.

Para las elecciones de 2005, el MÁS realiza una serie de alianzas preelectorales con núcleos corporativos de la sociedad civil y suma a algunos de sus representantes como candidatos en distintos lugares del país (Tapia, 2009b). El éxito electoral de Evo Morales se basa en la habilidad por recoger aquellos elementos ideológicos centrales de la coyuntura como el rechazo al modelo neoliberal, el cuestionamiento a los partidos políticos y sus prácticas corruptas así como la opción por los indígenas, los pobres y excluidos del país.

4. El socialismo comunitario y el vivir bien. Los avances y las criticas.


Posterior a la caída y huida de La Paz de Gonzalo Sánchez de Lozada, los movimientos sociales se organizan y postulan una Agenda, la de Octubre, con tres puntos a saber: i) nacionalización de los hidrocarburos; ii) convocatoria de una Asamblea Constituyente, y iii) juicio de responsabilidades a las autoridades de gobierno

Esta Agenda es la que asumió Evo Morales y el MAS-IPSP como propuesta de mandato en las elecciones nacionales de diciembre de 2005 y, que en plena crisis del sistema político y partidario, le posibilitó un triunfo de votos contundente e incluso histórico del 53.7%,.

La amplia mayoría obtenida por el Más en los comicios de diciembre del 2005, revela el desplazamiento de las viejas elites en el poder y la apertura de un nuevo ciclo político.

A partir del ejercicio presidencial de Evo Morales y del Más, desde el año 2005, hasta el 2013, han ocurrido diversos eventos de amplia repercusión social y política.

Esos hechos se relacionan con la nacionalización de los Hidrocarburos el 1 de mayo del 2006, la reunión de una Asamblea Constituyente, la aprobación de un nuevo texto constitucional, la consulta sobre la autonomía regional, la realización de un referéndum revocatorio, el 10 de agosto del 2008 y la reelección del Presidente hasta el 2014.

Tanto en la elección de la Constituyente, como en el referendo revocatorio, en la aprobación de la nueva Carta magna y en la elección presidencial del 6 de diciembre, Evo Morales recibió un amplio y creciente respaldo popular. En las votaciones de diciembre del 2009, el 63,9% de los votantes respaldo el nombre de Morales para que continuara en la Presidencia de la Nación.

El hecho más decisivo ha sido la aprobación del nuevo texto constitucional que señalo las bases de un nuevo Estado.

Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país, reza su primer artículo.

Durante los 8 años transcurridos, se han indicado por algunos, tres fases (Zegada, 2012). Una Primera Fase de Polarización y reforma estatal. Una Segunda Fase como momento hegemónico del Más. Y una Tercera Fase de quiebres en la construcción hegemónica.

García Linera (2011) plantea otra visión del proceso boliviano abierto desde el 2005 y orientado a la construcción de una democracia comunitaria social participativa. Sugiere tres fases

La Primera Fase consiste en el develamiento de la crisis de Estado, es decir un nuevo quiebre estructural a todo nivel, social, político, económico y cultural en la historia del país que comienza el año 2000 y que va a permitir una nueva cartografía del poder.

Con la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente se inicia la Segunda Fase. El empate catastrófico,

La Tercera Fase comprende una coyuntura política de Estado dividido por un gobierno controlado por los insurrectos y poder de Estado (lógica y mando institucional) controlado (históricamente) por las clases económicamente dominantes.

Es la radicalización de la segunda fase puntualiza el autor de Las Tensiones Creativas de la Revolución.

La Cuarta Fase es lo que se va a llamarse el Punto de Bifurcación es el momento en que los bloques antagónicos señala García, deben dirimir su existencia de manera abierta.

La Quinta Fase - Tensiones y Contradicciones del Proceso de Cambio

Esta Quinta Fase subdivide las tensiones dialécticas en cuatro tensiones principales.

La primera, se da en la relación entre el Estado y los Movimientos Sociales. Un segundo momento de esta tensión, es la expansión material del Estado social como protector de derechos y la función estatal de las comunidades y sindicatos agrarios en tanto función de estructuras locales y corporativas fragmentadas y sin sentido de universalidad.

La Segunda Tensión.- Flexibilidad Hegemónica.

Una Tercera Tensión está marcada por los intereses Generales frente a intereses particulares y privados, es decir marcada por una contradicción real, una tensión que puede crecer a una contradicción fundamental y antagónica en tanto beneficia a unos pocos.

La Cuarta Tensión - El Socialismo Comunitario.

Esa la visión del proceso que tiene García Linera, quien ejerce el cargo de Vicepresidente de la nación.

Durante 8 años de gobierno el Más ha logrado importantes avances en la implementación de una democracia social participativa y en la apertura hacia un modelo de socialismo comunitario del Vivir bien. Sin embargo, en tiempos recientes han surgido críticas desde los ámbitos de la izquierda intelectual que señalan una Tiranía del estado de derecho (Tapias, 2011) o una desviación hacia el extractivismo incompatible con la protección de la naturaleza y los derechos consagrados en la Constitución, especialmente para las etnias que conforman la plurinacionalidad boliviana.

Respecto de los avances y logros, Arkonada (2013), plantea que se pueden dividir los avances del proceso en cuatro ámbitos, el social, económico, político-institucional y el de la geopolítica.

Probablemente el ámbito social es donde más avances se han registrado en un país saqueado por 500 años de colonización recrudecida en los 20 años de aplicación del Consenso de Washington por parte de los gobiernos neoliberales cuyos herederos (MSM, UN, CN), todavía aspiran a regresar a un pasado.

La nacionalización de los hidrocarburos decretada el 1 de mayo de 2006 permitió una redistribución de la riqueza que ha mejorado ostensiblemente las condiciones de vida de las clases populares. Las políticas públicas implementadas permitieron que menos bolivianos vivan en condiciones de pobreza. La pobreza extrema cayó 12 puntos porcentuales y la moderada 14 puntos porcentuales en 6 años.

Pero la redistribución ha permitido reducir la desigualdad en el que hasta hace no muchos años era -según Naciones Unidas- el país más desigual de América Latina, agrega Arkonada. Según datos recientes, la brecha entre ricos y pobres se ha reducido en 60 veces desde 2006 y el objetivo para 2025 es eliminar en su totalidad la extrema pobreza en el país.

Esta reducción de la desigualdad se debe sobre todo a políticas públicas de transferencia condicionada y los bonos, que benefician al 31’1% de la población boliviana. Según datos de los ministerios de Economía, Educación y Salud y Deportes, el bono Juancito Pinto destinado a paliar la deserción escolar entre los niños, beneficia a 1.688.268 personas (15’9%), el bono Renta Dignidad destinado a mejorar el retiro de las personas ancianas beneficia 924.446 personas de la tercera edad (8’5) y el bono Juana Azurduy lo hizo con 717.282 (6’6%) mujeres embarazadas y con bebés recién nacidos.

Asimismo, el salario mínimo se ha elevado de los 440 bolivianos de 2005 a 1000 bs en 2012, lo que unido a una tasa de desempleo urbano que ha caído del 8’1% al 5’5% permite afirmar que los recursos naturales bolivianos que durante décadas aumentaron la plusvalía de las empresas transnacionales, son ahora propiedad y sirven para beneficio del pueblo boliviano.

El ámbito económico, que esta intrínsecamente ligado a los avances sociales, es clave para entender los avances del proceso de cambio boliviano. La nacionalización de los hidrocarburos ha permitido que el Producto Interno Bruto (PIB) se haya incrementado de los 9.525 millones de dólares de 2005 a los 23.778 millones en 2012, permitiendo de esta manera que el PIB per cápita se duplique desde los 1.010 dólares de 2005 a los 2.238 actuales.

Las reservas internacionales bolivianas subieron de los 1.714 millones de dólares de 2005 a los más de 14.000 millones actuales, convirtiendo a Bolivia en el país de América Latina con mayor porcentaje de reservas internacionales en relación con el PIB.

Asimismo se ha producido una dinamización de las exportaciones, las exportaciones del primer semestre de 2012 superan la totalidad de las exportaciones del año 2007. A lo anterior se le une la bolivianización de la economía siendo en 2005 los depósitos bancarios en bolivianos el 16% del total mientras que los créditos el 8%. A junio de 2012 los depósitos en bolivianos alcanzaban ya el 68% y los créditos el 76%.

Otro dato relevante es que mientras en 2005 la inversión pública era de 629 millones de dólares, en 2011 se había más que triplicado con cifras de 2.158 millones. La deuda externa boliviana que en 2005 era de 4.947 millones de dólares, un 52% del PIB, es actualmente de 3.704 millones, un 14% del PIB.

Todas estas cifras macroeconómicas se traducen en mejoras de las condiciones de vida de las mayorías sociales, y también en la consolidación de cambios estructurales. En Bolivia, las escuelas y los hospitales cuentan con más maestros y médicos.

Estos avances son en buena parte fruto de la nacionalización de los hidrocarburos, pero también es importante resaltar que las nacionalizaciones de empresas estratégicas para el Estado ayudan a reducir la desigualdad. Además de la reciente nacionalización de la gestión de los aeropuertos, en manos de empresas transnacionales españolas desde la época neoliberal, la nacionalización del sector eléctrico permitirá mejorar las condiciones de vida en el medio rural, donde hasta ahora se pagaba 1’6 bs el kilovatio hora, por 0’63 bs que pagaba una familia en el área urbana.

En definitiva, en Bolivia se está viviendo la consolidación y expansión del modelo económico social productivo que se fue sembrando desde el 2006 y que ahora, de manera gradual, va comenzando a dar sus primeras cosechas: reducción de la extrema pobreza, reducción del desempleo y las desigualdades, transferencias económicas a los sectores más vulnerables e inicio de los procesos de industrialización que ya comienzan a adquirir cuerpo después de tantos problemas.

También el ámbito político-institucional es otro en el que se han dado avances relevantes, que son tanto cuantitativos y concretos, como cualitativos y subjetivos, sirviendo para transformar tanto la institucionalidad colonial y neoliberal heredada, como los imaginarios colectivos.

Para resaltar en un primer momento la nueva Constitución Política del Estado aprobada en referéndum popular en enero de 2009 que supuso una ruptura epistemológica que recogía las rupturas socio-políticas del ciclo rebelde y que colocaba el horizonte del Vivir Bien como una nueva forma de pensar el desarrollo, como una forma de buscar un equilibrio entre el derecho al desarrollo de un país saqueado y colonizado por 500 años y los derechos de la Madre Tierra, debate que ya se traduce en política pública y leyes como la recientemente promulgada Ley de la Madre Tierra.

Pero los cambios en la institucionalidad son también tangibles, palpables, en ese campo de lucha que es el Estado, la Asamblea Legislativa Plurinacional está conformada por diputados/as y senadores/as miembros de pueblos indígenas, obreros, cooperativistas y dirigentes de sindicatos y gremios. Es decir, el pueblo se siente identificado con sus representantes parlamentarios, el nuevo bloque social popular-indígena-obrero- campesino ha ocupado el Estado y han conformado un gobierno de movimientos sociales.

No se debe obviar la construcción de una nueva institucionalidad estatal desde el ejecutivo con la creación de nuevas instituciones que apuntan a una descolonización del Estado desde el Estado, como el Viceministerio de Descolonización con su Unidad de Despatriarcalización, o el Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción, que supone un avance sin precedentes respecto de gobiernos anteriores.

Desde el ámbito de la geopolítica hay que resaltar los avances del proceso de cambio en la construcción de una nueva doctrina de las Relaciones Internacionales, que en el Estado Plurinacional de Bolivia se ha conceptualizado como Diplomacia de los Pueblos. El retorno de Bolivia a la Convención de Viena con la reserva de la legalización del masticado de la hoja de coca, el nombramiento en Naciones Unidas de 2013 como año internacional de la Quinua y a Evo Morales como su embajador, las posiciones de liderazgo con propuestas contra hegemónicas en los ámbitos de negociación multilateral sobre cambio climático o desarrollo, además de un impulso a una nueva geopolítica Sur Sur con una interlocución privilegiada con actores como China o Irán, además con los movimientos sociales y redes internacionales, conforman este nuevo paradigma de las Relaciones Internacionales liderado por Evo Morales.

Ese el balance de uno de los más cercanos observadores del proceso boliviano, que no es compartido por otros protagonistas del proceso.

Luis Tapias en su texto El Estado de derecho como tiranía (2011), plantea críticas al proceso para indicar que, en estos momentos, ocurre la descomposición política de un liderazgo que hace menos de dos años lograba un histórico triunfo electoral obteniendo el 64,22% de la votación, correspondiente a casi 3 millones de bolivianos y bolivianas que confiaron en cinco años más de gestión de gobierno a la cabeza de Evo Morales. Tapias afirma que tanto el presidencialismo, como el sistema electoral mayoritario, la manipulación del sistema judicial, la corrupción legislativa y el manejo centralista del régimen autonómico, desconocen la plurinacionalidad y siembran elementos de crisis políticas hacia el futuro.

Jorge Lora Cam, en Desentrañando la carnavalización de la política (2013) plantea elementos críticos muy fuertes sobre Evo Morales y el gobierno del Mas que sugieren una desviación de los postulados principales de la Constitución y de la naturaleza plurinacional del Estado boliviano.

Conclusión.


La izquierda boliviana, desde su surgimiento en los años 30 del siglo XX, ha sido un factor político de gran incidencia en el curso histórico de dicha nación y en la organización y funcionamiento del Estado y el sistema político.

La revolución de 1952 es un hito central que coloco en la superficie social el papel de la izquierda nacionalista y de la marxista en su lucha contra el imperialismo y por el rescate de los recursos naturales para favorecer a la clase obrera y demás grupos populares del Estado.

La revolución minera de 1952 marca por un amplio periodo el curso de la nación y su Estado. Casi treinta años de historia de Bolivia

El triunfo electoral de la UDP en los años 80 refleja el peso de la conciencia y la organización popular, a pesar de las incoherencias de dicha coalición de izquierda que llevaron a la ruptura de la Central Obrera Boliviana.

Tanto el autoritarismo de las dictaduras militares, como el neoliberalismo impuesto por el imperialismo Norteamericano y las elites mineras, fueron rechazados por la izquierda, no obstante su evidente declive.

La memoria histórica, como parte de las estructuras de rebelión que sugiere Tapias, de las luchas de la izquierda, condensada en la revolución del 52, la presencia del Che y la lucha del ELN, renació en la versión indigenista campesina expresada en el Katarismo aymara y las guerrillas del Ejercito Tupak Katari, que no obstante su derrota en los años 90, se expresó posteriormente en el MITK y el MRTK y en la movilización de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos/CSUTCB, en cuyo interior surge el Mas y el liderazgo de Evo Morales, el actual Presidente de Bolivia.

La izquierda indigenista, campesina y popular es la asume la principal carga de la lucha contra el neoliberalismo, que es derrotado en una prolongada lucha cuyos momentos más visibles son la guerra del agua del 2000, la guerra del gas del 2003, la caída de Sánchez de Lozada, el triunfo presidencial de Evo Morales, la nacionalización de los hidrocarburos y la aprobación de una nueva Constitución política que institucionaliza el Estado plurinacional y multiétnico a partir del año 2009.

En este momento la izquierda boliviana y el Estado se encuentran en un aguda controversia sobre el rumbo que debe tomar el actual proceso, a raíz de los sucesos relacionados con el “gasolinazo” del 2010, las protestas de los policías, la corrupción gubernamental y judicial y la construcción de la carretera en el TIPNIS, que devela divisiones indígenas y populares respecto del extractivismo y la explotación de los recursos naturales.

Ha sido autorizada una segunda reelección del actual Jefe de Estado, Evo Morales, que debe ocurrir a fines del 2014, ya son notables las fisuras en el campo de la izquierda, por las posturas expresadas en contrario por el Movimiento Sin Miedo (MSN), que gobierna la ciudad de la Paz, capital de Bolivia. Sin embargo, sobre Juan del Granado, líder del MSN, hay críticas por sus antiguas alianzas con el bloque neoliberal y sus acercamientos a la derecha empresarial de Santa Cruz de la Sierra.

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Bogotá, 15 de mayo de 2013.

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