Las armoniosas relaciones diplomáticas entre Venezuela
y Colombia han sufrido un golpe bajo
como consecuencia del recibimiento que ofreció el presidente Juan Manuel Santos
Calderón, al opositor venezolano Henrique Capriles Radonski, en el Palacio de Nariño, el cuestionado ex
candidato presidencial Capriles máximo responsable de los disturbios sucedidos
el 15 de abril pasado al no aceptar su derrota electoral, y autor intelectual de
la muerte de 11 ciudadanos venezolanos chavistas y seguidores del elegido
presidente Nicolás Maduro.
La lógica
reacción del gobierno venezolano ante tanta afrenta era de esperarse, el tema
no radica en cuestionar el derecho que tiene cada Estado o Gobierno de recibir
en su territorio a cualquier persona sea esta o no un opositor político, el grave
error político y diplomático, es recibir a un individuo que desde una “supuesta
oposición democrática” lidera una acción desestabilizadora contra un gobierno
democráticamente elegido, que ha
provocado muertes, decenas de heridos, cuantiosas perdidas materiales y diariamente
llama a la desobediencia civil y a la violencia. Es una bofetada al pueblo
venezolano y a los deudos que aún lloran a sus muertos, no se trata de que “Venezuela
desarrolle una política diplomática de micrófono” como lo comentó la canciller
María Ángela Holguín. Lo que sí no se puede es jugar con los sentimientos de un
pueblo.
Es realmente
sospechoso que el presidente Santos teniendo de primera mano información sobre
la conducta terrorista de Capriles Randonski y las consecuencia nefastas que
este recibimiento provocaría en las relaciones con el país vecino haya dado
este paso. No se puede apoyar a un individuo que incita a la guerra y conspira
contra la paz en su país, teniendo en cuenta que precisamente es el actual
gobierno de Venezuela el que ha venido apoyando y apoya firmemente la paz en Colombia.
¿Qué se esconde con esa conducta?.
El presidente
neogranadino conoce muy bien que su encuentro, especialmente, con este líder
del neofascismo venezolano, puede provocar una crítica situación en las
conversaciones de Paz que se desarrollan en La Habana. De hecho ya hay
repercusiones al ser convocado el prestigioso embajador venezolano Roy
Chardeston por su gobierno, para revisar el papel de acompañante que Venezuela
viene realizando junto con Chile y los países garantes en dichas conversaciones
por la Paz en Colombia.
Esperemos que
el buen juicio lleve a todos los actores de este desagradable incidente a tomar
una decisión que no perjudique el paso positivo que llevan estos diálogos de
paz en La Habana según el propio presidente Juan Manuel Santos, una decisión
apresurada podría provocar el aborto de las conversaciones de paz y un golpe
muy serio a la integración latinoamericana.
Colombia que
durante el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, había perdido peso y
prestigio en la región, por su conducta agresiva, guerrerista, divisionista y
de subordinación en sus relaciones carnales con Estados Unidos, venia recuperando
su prestigio por el cambio de actitud del presidente Santos hacia sus vecinos y
en el concierto de naciones latinoamericanas y caribeñas, llegó a influir tanto
su positiva actitud que hasta las siete o más bases militares norteamericanas
asentadas en territorio colombiano fueron olvidadas, pero allí están. Ahora con
esta acción eminentemente política, pone en duda su actuación de buen vecino al
recibir a un verdadero líder de la violencia y del terrorismo en su país,
calificativo de la cual nadie duda porque son publicas y existen antecedentes
documentados como el ataque que encabezó junto con una horda de facinerosos a
la embajada de Cuba en abril del 2002 durante el fallido Golpe de Estado en
Venezuela.
El gobierno y
el presidente Santos debían colocar en la balanza de la justicia cual ha sido
el papel de Venezuela en estos años de gobierno chavista. No hubo un mandatario
en la región más generoso con Colombia que el comandante Hugo Rafael Chávez
Frías, siempre puso su gobierno a favor de la Paz en Colombia, siempre bregó
por mantener buenas relaciones con sus vecinos y especialmente con el pueblo y
gobierno venezolanos, siempre procuró mantener buenas relaciones en todos los
órdenes con Colombia, pasó por alto el casi reconocimiento que hizo el gobierno
de Andrés Pastrana Arango al golpista Pedro Carmona, en la declaración de apoyo
que el 12 de abril hizo la vice ministra de Relaciones Exteriores Clemencia
Forero y luego su recibimiento y cobija en Bogotá.
El gesto de
Chávez al detener y luego entregar al
gobierno de Uribe Vélez a los 153 paramilitares colombianos que estaban
complicados en un complot para asesinarlo y que no fueron juzgados ni
sancionados al regresar a su país. Frente a esas acciones de paz y tolerancia
del presidente Chávez el gobierno de Uribe aumentaba sus acciones ingerencistas
y provocadoras en Venezuela, como lo fue el secuestro en pleno corazón
caraqueño del dirigente de las FARC Rodrigo Granda, que provocaron casi la
ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países.
Cabe recordar
el papel del gobernante venezolano en las acciones por el retorno al seno de su
familia y la libertad de los retenidos por las FARC. Frente a esas acciones el
gobierno de Uribe lo minimizaba o de algún modo trataba de descalificarlo como
hizo con el caso del niño Enmanuel, bien sabia el gobierno uribista que el niño
no estaba en manos de la guerrilla, procuraban ridiculizar a los hombres y
mujeres que como Chávez y Piedad Córdoba buscaban la solución a un tema tan
humanitario.
Hoy el mayor
enemigo del gobierno bolivariano de Venezuela en Colombia es el ex presidente
Álvaro Uribe Vélez y uno de los más firmes aliados de Henrique Capriles y la
ultraderecha venezolana, la misma que planificó los golpes de abril y
petrolero, la misma que ha perdido olímpicamente en las 17 elecciones
democráticas en estos años de chavismo, la misma que grita por democracia que
no practica y que nunca practicó durante la IV República.
Lo que resulta
extraño es que el inquilino de la Casa de Nariño conociendo perfectamente que
Álvaro Uribe Vélez conspira contra el proceso de paz que él como Jefe de Estado
ha sido precursor, reciba al aliado más importante de su adversario político.
Uribe es además su más firme opositor y detractor en las aspiraciones reeleccionista
que Santos ha insinuado podría definir en el mes de noviembre.
Este recibimiento
de Capriles Radonski está muy relacionado con otros objetivos estratégicos de
la política estadounidense de la cuál Santos Calderón no parece ser ajeno y por
ello la Conferencia del Pacifico que reúne a México, Colombia, Perú y Chile y
donde participaron como invitados España y Costa Rica, reunión cumbre celebrada
recientemente en la costa pacifica colombiana, ellos pueden ser los caballos de
Troya del imperio para lograr su objetivo de revivir el ALCA y debilitar al
MERCOSUR y a UNASUR donde Venezuela juega un papel fundamental en el campo
económico y por eso quieren fortalecer a la oposición venezolana y sentar
precedentes que deslegitimen al actual gobierno del presidente Maduro.
El otro
objetivo estratégico de la Casa Blanca está vinculado a dividir a la región, oponiéndose
firmemente a la estrategia integracionista de la CELAC, cuyo avance y
consolidación se ha venido apreciando, no sólo en la zona sino en las acciones
que en este periodo se ha venido desarrollando con China, India, Rusia y otras
naciones asiáticas y africanas.
La visita del
vice-presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Joe Biden por Suramérica especialmente a Colombia tiene
en su carpeta esos objetivos específicos; en Brasil medir fuerza y tantear el
terreno y culminará su gira en una
reunión con los líderes de las islas caribeñas en Trinidad y Tobago. Es curioso que Biden haya iniciado su visita
por Colombia país que la semana pasada fuera sede de la Cumbre de los países del
Pacifico y casi cuarenta y ocho horas más tarde Capriles visitará Bogota y
fuera recibido al más alto nivel.
Mis queridos
amigos el imperio contraataca, en política nunca hay casualidad, pasos en falso
ni improvisados, todo está debidamente calculado, con un fin y objetivo
determinado.
(*) Periodista
y analista de temas internacionales.
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