lunes, 13 de mayo de 2013
Nicaragua: Más allá de la teoría: La práctica de la construcción del socialismo en América Latina
Por toni solo y Jorge Capelán.
Para la maquinaria
propagandística imperial, los gobiernos y dirigentes de izquierda en América
Latina son demasiado izquierdistas, falsos izquierdistas, fanáticos ciegos,
astutos Machiavellos, capitalistas vestidos de rojo, enemigos jurados del libre
mercado y muchos otros pares de cosas contradictorias a la vez.
Esto es así porque el propósito
de la propaganda es el de hacerle imposible a su población-blanco el comprender
la realidad. Al promover la desconfianza, la ansiedad y la confusión entre
aquellos sectores del público que en los países imperialistas podrían ofrecer
resistencia a los planes de sus gobernantes, los estrategas de la guerra
esperan poder neutralizar cualquier esfuerzo de solidaridad con sus víctimas.
Desgraciadamente, la mayoría de
los movimientos e intelectuales progresistas y radicales en Europa y Norte
América tienen problemas para aceptar esta verdad, independientemente de su
experiencia, su reputación, o su comprensión de lo que el imperio
rutinariamente le hace a la humanidad.
Sin estar directamente
involucrado en ellos, casi ninguno de estos intelectuales o movimientos puede
ofrecer una versión veraz y justa de los diversos procesos revolucionarios
latinoamericanos. Podrán avanzar teorías o esquemas más o menos plausibles,
pero siempre les va a escapar lo fundamental de la tarea práctica de conquistar
el poder y llevar a cabo cambios radicales. Son muchos los ejemplos de esto.
Es un error depender enteramente
en los análisis de académicos como, por ejemplo, Noam Chomsky o James Petras
para comprender lo que ocurre en América Latina. los esquemas de estos
escritores tienden a colapsar frente a realidades específicas. No es necesario
ser adepto del anti-estalinismo del historiador inglés E.P.Thompson y perderse
en su callejón sin salida socialdemócrata para reconocer la validez del
argumento central de su libro “La Pobreza de la Teoría” en contra del
pseudo-marxismo idealista.
El artículo "Pink Tide in
Latin America: An Alliance Between Local Capital and Socialism" [Marea
Rosada en América Latina: Una Alianza entre el Capital Local y el Socialismo]
de Mahdi Darius Nazemroaya publicado el 3 de mayo 2013 por Global Research es
un ejemplo de este problema. En los últimos párrafos de su artículo - de hecho
una serie de reflexiones sobre el futuro desarrollo de los acontecimientos en
la región después de la muerte de Hugo Chávez - el autor escribe,
"Se puede argumentar que la
corriente política (de izquierda) en América Latina tiene más que ver con la
independencia económica y financiera que con un proyecto socialista que amenace
al sistema global capitalista.”
Sin elaborar más sobre este
tesis, el texto de Nazemroaya es de hecho un ejercicio de disección
inconsecuente y superficial de los gobiernos progresistas y radicales de la
región, con el propósito de cuestionar el carácter anti-capitalista del proceso
de integración actualmente en camino en América Latina. Dado que el análisis de
Nazemroaya difunde muchos prejuicios y errores que son funcionales a la campaña
de propaganda imperial contra este proceso y esos gobiernos, nos vemos
obligados a contestarlo. Pero primero, abordaremos el argumento central que,
sin fundamentarlo de una manera adecuada, avanza Nazemroaya.
Sin duda, hay una sinergia
(conflictiva) entre (algunos) intereses capitalistas y los intereses que pugnan
por el socialismo tras el actual movimiento hacia la unidad e independencia
latinoamericana. Hay una enorme cantidad de dinero en las manos de las
oligarquías latinoamericanas que, en las circunstancias apropiadas, podría ser
invertido en la región en vez de ser depositado en algún banco suizo o en un
paraíso fiscal. Algunos motores del proceso hacia la emancipación
latinoamericana y caribeña se explican por la presencia de China como un
importante prestamista e inversionista regional, por el estancamiento de las
economías europeas y estadounidense y por los masivos proyectos de desarrollo
impulsados por los gobiernos que Nazemroaya designa con el término despectivo
de “marea rosada”. Pero ¿quiere decir esto que lo que lo que hoy está sucediendo
en América Latina no es la emergencia de “un proyecto socialista que amenace al
sistema global capitalista”?
Quien no entienda el valor
anti-capitalista de acabar de una sola vez con la hegemonía del imperialismo
occidental debería dedicarse a escribir novelas de ciencia ficción en vez de
hacer de cuentas que está combatiendo al capitalismo. Es extraño que un editor
de Global Research no comprenda esto. Sin embargo, el proyecto latinoamericano
y caribeño de independencia e integración alberga mucho más que solo la
ambición de construir un mundo multi-polar.
En América Latina es imposible
comprometerse con la construcción de las alternativas socialistas y
anti-capitalistas sin al mismo tiempo luchar por la integración política,
económica y hasta cultural del continente. “Yo deseo más que otro alguno ver
formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y
riquezas que por su libertad y gloria.” (1) Ese es el legado de Bolívar, igual
que fue el de Martí, Sandino, Mariátegui, Gaitán, el Che, Fidel Castro y muchos
otros revolucionarios latinoamericanos y caribeños desde la Independencia. Es
así porque los poderes coloniales e imperiales necesitaban dividir la región en
países pequeños para poder explotar sus recursos y su mano de obra. Esto no es
algo que inventó Hugo Chávez, sino que es una lección aprendida hace mucho
tiempo aquí en América Latina.
Al centro del proceso de
independencia e integración está la Alianza Bolivariana, ALBA, compuesta de 8
miembros plenos con una población de más de setenta millones de personas, un
15% de la población regional. A este núcleo se suma un número creciente de
países que participan como miembros invitados y observadores. Las relaciones
económicas del ALBA no se basan en las ganancias sino en la solidaridad y la
complementariedad entre sus países miembros. Tampoco es una alianza de
conveniencia. Más bien, es un proyecto dirigido a consolidar una unidad
política superior al capitalismo. No se basa tampoco en la caridad Venezolana
sino en el uso de los recursos comunes de la región como una palanca que
permita a sus países miembros dejar atrás el capitalismo.
Por medio del ALBA y
organizaciones como Petrocaribe, con dieciocho países miembros, el petróleo
venezolano se re-invierte en los países no productores del petróleo en
programas sociales y económicos financiados por préstamos a largo plazo con
mínimas tasas de interés. Esto mejora la liquidez del gasto público de estos
países de una manera muy importante, liberando fondos para políticas de crédito
fuera de la camisa de fuerza de la banca privada. Así se permite a un país
eminentemente agropecuario como Nicaragua diversificar sus contrapartes
comerciales a la vez que diversifica su economía y añade valor a sus productos
de exportación.
Entre Venezuela, Cuba y los demás
países del ALBA, hay intercambios a todos los niveles dirigidos a compartir
experiencias en los ámbitos sociales, económicos tecnológicos y culturales. Por
ejemplo, campesinos nicaragüenses viajan a Venezuela para compartir sus experiencias
cooperativistas y así aportar al aumento de la producción de alimentos en
Venezuela. Personal cubano de muchos diferentes campos, especialmente de la
salud y la educación, juegan un papel muy importante en muchos programas
sociales en varios de los países, pero a la vez que comparten sus experiencias,
aprenden también de las experiencias de sus homólogos en la región.
Ahora, en vez del dólar
estadounidense, los países del ALBA han empezado usar sus propias monedas
nacionales para el comercio intra-regional. Para esto se ha diseñado el Sistema
Unificado de Compensación Regional (SUCRE). El SUCRE se ha desarrollado junto
con toda una arquitectura financiera regional, que incluye un Banco del ALBA,
con el objetivo de blindar la región de las secuelas del colapso del
capitalismo en Europa y Norte América. Con todos estos ejemplos, resulta poco
realista negar la dinámica anti-capitalista del ALBA. Sería todavía más
imprudente negar la influencia que los éxitos del ALBA han tenido en el resto
de la región.
El ALBA fue fundado en 2004 en
base de un acuerdo entre Venezuela y Cuba. Al año siguiente, en 2005, en la
Cumbre de las Américas en Mar de Plata Argentina, se enterró la iniciativa
estadounidense de hacer un Área de Libre Comercio en las Américas, el ALCA. Allí
la mayoría de los gobiernos latinoamericanos rehusaron aceptar la oferta del
Presidente George W. Bush de “abran sus mercados o de lo contrario....”. Sin el
liderazgo conjunto de Hugo Chavez, Evo Morales, Lula da Silva y el entonces
presidente Néstor Kirchner de Argentina, esta derrota estratégica del
imperialismo en América Latina no habría sido posible.
Ahora con la formación el 23 de
febrero del 2010 de la Comunidad de Estados Lationamericanos y Caribeños
(CELAC), los treinta y tres países de la región por primera vez en la historia
han creado una organización fuera del control de los Estados Unidos y Canadá.
Sin el papel cumplido por Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia and Nicaragua, el
perfil de CELAC no sería tan integral como lo es hoy en día. La contribución de
Venezuela ha sido vital, no solamente por la dimensión estratégica de la
Revolución Bolivariana sino también, por ejemplo, por su maejo inteligente de
los sectores más reaccionarios de la oligarquía colombiana representados por el
ex-Presidente Álvaro Uribe.
Es claro que algunos intereses
capitalistas ven importantes oportunidades en todos estos acontecimientos, peor
no están organizados políticamente. La derecha latinoamericana está dominada
por partidos políticos muy agresivos, reaccionarios y fieles al imperio, y por
redes derechistas a nivel continental de las que quizás el componente más
importante son los medios corporativos. Diariamente, esta constelación
derechista monta campañas conspirativas de desinformación y agresión contra
casi todos los gobiernos en América Latina y el Caribe, especialmente contra
aquellos de tendencia progresista o radical.
En su artículo, Nazemroaya
cuestiona las credenciales anti-capitalistas o socialistas de estos gobiernos.
A la vez que él advierta contra “el exceso de simplificación y las
caracterizaciones románticas”, y aunque él intenta definir lo que entiende por
“izquierda”, Nazemroaya confunde conceptos y saca los hechos de su contexto
para terminar con una lista flexible de aspectos más o menos halagadores que le
permitan construir un retrato negativo de los acontecimientos en América
Latina.
Empecemos con los conceptos. De
manera correcta, Nazemroaya define “izquierda” y “derecha” como posiciones
políticas dentro de un contexto dado. Pero casi inmediatamente procede a
abandonar todo esfuerzo de entender la multiplicidad de los contextos que
componen la realidad regional para así enfocarse en el hecho de que existe una
plétora de “Izquierdas” en América Latina, que reciben la descripción
derogatoria “un puñado ecléctico”.
Nazemroaya va más allá y asevera
que “los gobiernos de izquierda en América Latina no operan estrictamente a la
izquierda” pues, conforme con su opinión, hay una “izquierda verdadera” (una
Izquierda sin contexto alguno y que él elige definir como genuina) y algún tipo
de “izquierda tipo-imitación” (también libre de contexto y que él elige definir
como falsa). Como prueba de esta aseveración, Nazemroaya se refiere a un
supuesto “debate sobre si el proyecto socialista cubano se reforma de manera
genuina o si eventualmente seguirá el camino de una restauración del
capitalismo como en China y Vietnam.”
No se sabe dónde existe un debate
de ese tipo, tal vez será en algún café de Toronto. Ese no es un argumento
serio por dos motivos: Primero, porque la mera existencia de un debate sobre el
futuro curso de una revolución no demuestra la verdadera orientación de esa
revolución. Y segundo, porque Nazemroaya acepta como verdades establecidas sus
opiniones sobre el socialismo en China y Vietnam sin sentir la necesidad de
entrar en mayores detalles.
De hecho, tan cierto es que hay
muchas “izquierdas” en América Latina, como lo es el hecho de que existe una
vasta experiencia de discusión colectiva entre esas izquierdas. Un ejemplo de
esto es el Foro Sao Paulo, el cual desde 1990 ha reunido a más de 90
organizaciones políticas de casi todos los países de la región, incluyendo a
Puerto Rico. La mayoría de los países están representados por varios partidos
políticos. En el caso de países como Argentina y Uruguay, participan hasta doce
o más organizaciones.
Para mencionar solo algunas de
estas organizaciones, van del Partido Socialista de Chile al Partido Comunista
de Cuba, o de los diferentes partidos peronistas de Argentina hasta los
nacionalistas de Perú. Por más de veinte años, este diverso grupo de
organizaciones ha logrado llevar a cabo muchos debates y ha alcanzado consensos
alrededor de temas claves como la lucha contra el genocida bloqueo
estadounidense contra Cuba, el apoyo a la Revolución Bolivariana en Venezuela y
el ALBA, así como al proyecto de la integración continental.
La enorme ola continental de
solidaridad con la Revolución Bolivariana después de la muerte del Presidente
Comandante Hugo Chávez, especialmente frente a la violencia fascista de los
matones de Capriles Radonski, es otro caso relevante de la capacidad de la
variada gama de movimientos de izquierda de dejar a un lado sus diferencias
para juntarse en torno a una causa común. Sin la existencia de mecanismos y
procesos como estos, habría sido imposible movilizar en meses recientes un
movimiento capaz de denunciar la gira mundial de la mercenaria cubana de la CIA
Yoani Sánchez. En capital tras capital América Latina, Sánchez fue recibida por
grandes grupos de activistas quienes en algunas ocasiones lograron forzarla a
cancelar algunas de sus actividades.
Otro caso relevante es la
existencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, compuesta de
cientos, quizás miles de intelectuales de todo el mundo de un espectro
ideológico muy amplio. Esta red rutinariamente organiza campañas en defensa de
Cuba, Venezuela y los demás países del ALBA igual que lo han hecho contra los
intentos golpìstas en países como Honduras, Ecuador o Paraguay. Sin negar las
diferencias que existen entre varios de los movimientos políticos en cuestión,
es necesario enfatizar que existe una comprensión cada vez más común de los
problemas y desafíos que se tienen por delante.
Nazemroaya advierte contra la
generalizaciones fáciles y en seguida hace generalizaciones toscas como la
siguiente:
"Las élites compradoras en
América Latina son los representantes locales de las corporaciones extranjeras
y de los gobiernos e intereses foráneos que han explotado América Latina
durante siglos. Estas élites compradoras pueden ser descritas con toda
franqueza como los 'Negros de casa' o como la clase alta racista que
históricamente ha gobernado América Latina y manejado sus riquezas y sus
recursos a favor de los diversos centros del poder en otras partes del mundo
que han controlado la región. Hoy en día, las élites compradoras de la región
se han alineado en su mayoría con los Estados Unidos y prefieren Miami o New
York a Caracas o Quito".
Un comentario obvio inicial sobre
esta descripción es que si “las élites compradoras de la región se han alineado
en su mayoría con los Estados Unidos y prefieren Miami o New York a Caracas o
Quito" hay que preguntarse como pueden ser la fuerza motriz de un proceso
de integración regional que no es para nada del agrado de los Estados Unidos,
la Unión Europea y la OTAN. ¿Serán realmente la fuerza motriz, como sugiere
Nazemroaya, de este proceso de integración?
Este es el tipo de
generalizaciones toscas y simples que le hace imposible entender los contextos
y características de los diferentes países de la región. Son esos contextos y
características los que explican por qué hay tantas variedades de izquierdas
las que, vale la pena repetirlo, demuestran una capacidad asombrosa de cooperar
y de llegar a consensos sobre muchos temas importantes. Además, este tipo de generalizaciones
le hace imposible entender las complejidades de las relaciones internacionales
entre los países de la región. Un claro ejemplo es el caso de las relaciones
entre Colombia y Venezuela y el Proceso de Paz que ha tomado lugar entre las
FARC-EP y el Presidente Santos.
Las treinta y tres naciones que
componen América Central y el Caribe se han encontrado en una situación común
de dependencia de los poderes imperialistas, pero también muestran muchas
diferencias sorprendentes. Países como Chile, Argentina o Uruguay tienen una
influencia cultural europea muy fuerte, mientras otros países como Guatemala o
Bolivia tienen grandes mayorías indígenas. Algunas oligarquías de la región son
más ricas que otras. Otras, a su vez, han tenido mayor libertad para
implementar políticas de sustitución de importaciones.
Algunos países como Honduras o
Paraguay han sido sujetos a un estado de extremo subdesarrollo de la manera más
despiadada por represivos régimenes dictatoriales. En cambio otros, como
Ecuador o Uruguay, han disfrutado períodos relativamente largos de exitosas
reformas. Aunque América Latina es la región más desigual del mundo, no todos
los países y sus sociedades sufren el mismo nivel de pobreza o de
subdesarrollo. Formas diferentes de inserción en el mercado mundial, diferentes
culturas políticas, diferentes realidades sociales explican las diferencias
entre los sujetos políticos.
De la misma manera, cabe
preguntarse en qué sentido, como plantea Nazemroaya, "Las élites
compradoras en América Latina son los representantes locales de las
corporaciones extranjeras y gobiernos y intereses foráneos que han explotado
América Latina durante siglos”. Esas élites son eso y muchas otras cosas más.
Si es cierto que son los intermediarios entre los intereses de los
transnacionales occidentales y los mercados de la región, también hay que notar
que en muchos casos son actores con un peso específico propio.
Un ejemplo obvio es el caso del
mexicano Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. Otro caso es el del sector
de los capitalistas colombianos representados por el Presidente Santos o,
también por ciertos sectores de la oligarquía brasileña. Es evidente que todos
estos ejemplos son de grupos que temen al socialismo y la mayoría de las
políticas progresistas que apunten en esa dirección. Pero también tienen mucho
miedo de la posibilidad de una catástrofe socio-política que podría hacer
esfumar sus excedentes. En muchos casos, aunque sea de manera renuente, han
tenido que aceptar muchas de las políticas progresistas y radicales, aun cuando
sus medios de comunicación lanzan todo su veneno contra los gobiernos que
ejecutan esas políticas.
A falta de un mejor marco de
referencia política, Nazemroaya toma prestada la tipología de la izquierda en
América Latina y el Caribe planteada por el distinguido sociólogo
norteamericano James Petras. Pero éste es uno de los planteamientos más débiles
de Petras. Con este esquema Petras cae en la tentación típica de los
intelectuales occidentales de distribuir pequeñas estrellas de aprobación
revolucionaria a los movimientos que a él en determinado momento le gustan, sin
tomar en cuenta las circunstancias concretas de sus respectivas luchas.
Así, sin entender muchos de los
verdaderos retos de la transformación social en el mundo real y los límites
existentes del poder político, James Petras proyecta sus románticos ideales
revolucionarios sobre diferentes movimientos y sujetos. Cuando esos movimientos
en la vida real no se comportan de acuerdo con los deseos de Petras, él
responde abandonándolos o advertiéndoles de una manera condescendiente que han
se han vendido. Parece que no entiende el valor de la construcción nacional
para materializar un proyecto socialista del tipo que sea. Así, por ejemplo en
Argentina, él rechaza movimientos como el Peronismo, obviando el apoyo
obstinado del que goza entre las masas obreras.
Frente a la realidad, la división
esquemática de Petras entre “izquierda radicalt”, “izquierda pragmática”,
“neo-liberales pragmáticos” y “régimenes neo-liberales dogmáticos” está muy
equivocada. Si las FARC-EP estuviesen en la misma situación que el Partido
Socialista Unificado de Venezuela, ciertamente actuarían en la misma línea que
el PSUV. De hecho, las FARC-EP apoyan a la Revolución Bolivariana en Venezuela
y comparten su fuente de inspiración que es el legado de Simón Bolívar.
En Brasil, el Movimiento de
Trabajadores Sin Tierra (MST) apoya al Partido de los Trabajadores (PT), aunque
sea de una manera crítica. Mientras con razón critica la estrategia de
desarrollo del partido de Lula y Dilma Rousseff orientada hacia las
agro-empresas, el MST entiende los impedimentos que restringen las políticas
del gobierno del PT por depender de alianzas con otras fuerzas políticas en un
país de inmensa extensión territorial y en el que la oligarquía conserva mucho
poder en diferentes niveles. Además, el MST entiende muy bien lo que implicaría
el regreso al poder político en Brasil de la derecha neoliberal.
Con respecto a Argentina, al la
vez que es un rotundo insulto llamar a Cristina Fernández una “neoliberal
pragmática”, también es una falta irresponsable de solidaridad con un gobierno
progresista sujeto cada día a las más extremas campañas de desestabilización de
parte de la oligarquía. Ningún régimen neoliberal aumenta el salario mínimo y
las pensiones, mejora la educación pública o enfrenta la pobreza de manera
decidida. Tampoco se ha visto ningún gobierno neoliberal decirle adiós al FMI
de la manera que lo ha hecho Argentina bajo la conducción de los “neoliberales
pragmáticos” Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Lo mismo se puede decir del
gobierno de Mauricio Funes en El Salvador, donde el FMLN parece estar bien
encaminado aganar las elecciones en febrero del 2014 con su propio candidato.
Incapaces de identificar acertadamente procesos y acumulaciones de fuerza,
analistas dogmáticos como Petras o Nazemroaya ven solo traición, vendepatrias,
neoliberales y capitalistas por todos lados. La naturaleza superficial del
análisis de escritores como James Petras se vuelve pura mala fe en el caso de
algunos países que nunca o rara vez menciona, como Nicaragua, donde las
cooperativas aportan 40% del PIB y un 70% de la fuerza laboral.
En el caso de Nicaragua, se dio
un incidente a medianos de 2008, cuando un grupo de intelectuales occidentales,
entre ellos Noam Chomsky, escribieron una carta pública en apoyo a una huelga
de hambre de la ex-dirigente del FSLN, Dora Maria Tellez. La Señora Tellez
estaba protestando contra el retiro, de parte del Consejo Supremo Electoral, de
la personería jurídica, ya que su partido, el MRS, había incumplido las normas
electorales. Esta decisión hizo imposible que la alianza política del MRS
pudiera participar en las elecciones municipales en noviembre de aquel año.
Casi inmediatamente después de
que Chomsky y los otros intelectuales publicaran su carta de apoyo a Téllez, el
MRS entró en alianza electoral con el corrupto partido de derecha, el PLI.
Hieron campaña con especial esmero a favor del banquero reaccionario Eduardo
Montealegre, quien sigue evadiendo ser procesado por un fraude bancario
multi-millonario de sus tiempos como ministro en el gobierno del Dr. Arnoldo
Alemán. Está muy claro que el MRS logró engañar a los intelectuales
occidentales que apoyaron a Dora Maria Tellez en 2008 porque no conocían la
realidad política de Nicaragua. Si alguien todavía duda de la lealtad el MRS al
gobierno de los Estados Unidos, solo tiene que leer algunos de los cables
diplomáticos relevantes filtrados recientemente por Wikileaks.
Ese caso solo ilustra los
problemas provocados por depender en los esquemas demasiado nítidos de la clase
intelectual-gerencial que domina la producción intelectual en Norte América y
Europa.
Así, cuando Nazemroaya cita a
James Petras como su punto de referencia teórica en su reciente artículo sobre
América Latina, se debe aplicar un escepticismo extremo a sus argumentos para
lograr ver la realidad. Entre las típicas ausencias de James Petras y sus
homólogos es entendible que una de las omisiones más evidentes sea Nicaragua.
En una de sus raras menciones a la política actual de la Patria de Sandino,
sobre las elecciones de noviembre de 2011 ganadas por amplio margen por el
Frente Sandinista, Petras dice:
“No hay ningún cambio estructural
en Nicaragua. Últimamente Ortega ha pactado zonas libres con los maquiladores
de gran capital. Sigue formando alianzas con la derecha como el corrupto
Arnoldo Alemán que se presentó como candidato. En este sentido Ortega es un
político de políticas de parches: parches aquí, parches allá. Pero frente a la
oposición de la ultra derecha los votantes prefieren los programas financiados
por el presidente Chávez por sobre lo que ofrece la derecha que es simplemente
palos sin zanahoria. No debemos confundirnos en este sentido de que la victoria
de Ortega representa una gran victoria para la izquierda. Es una victoria más
que nada del centro-derecha con apoyo de Chávez.”
Aparte de la profunda ignorancia
sobre la realidad política de Nicaragua (por ejemplo, nunca hubo una “alianza”
entre el FSLN y Alemán, sino un pacto, que se rompió varios años antes de esas
elecciones, con el fin de dividir a la derecha y lograr mayores oportunidades
de ganar en primera ronda) el análisis de Petras deja de lado aspectos muy
importantes de la política social y económica del Frente Sandinista que están
ampliamente documentados. Pero además, Petras ignora que el Frente Sandinista
suspendió las relaciones con Israel a raíz del atroz ataque sionista a la
Flotilla de la Libertad, o decidió dar asilo político a las jóvenes mexicanas
que fueron capturadas en el campamento de las FARC que Colombia bombardeó en
territorio ecuatoriano en marzo de 2008. Si eso no es política de izquierda,
entonces cabría preguntarse qué lo es para el doctor James Petras.
Analistas como Petras, ven que
determinado gobierno se encuentra ejcutando un programa del FMI pero no ven que
se está disminuyendo el dominio del FMI en ese mismo país. Ven que determinado
gobierno depende de las agro-exportaciones pero no ven como está diversificando
su economía y llegando a ser menos dependiente de una gama restringida de
exportaciones. Ven capitalistas y exclaman “¡Neoliberalismo! ¡Extractivismo!”
sin tan siquiera proponer una alternativa factible que le podría permitir a ese
país desarrollar sus fuerzas productivas. Y cuando sí ven a un determinado
gobierno implementar esas alternativas ¡dicen que no es suficiente!
A las revoluciones se aplica el
viejo dicho latinoamericano, “Es fácil verla pasar de lejos, lo difícil es
acercarse a platicar con ella.”
Un trato así, superficial y poco
respetuoso de los acontecimientos en América Latina, presenta dos tipos de
problemas: El primero es que hace mucho más difícil la solidaridad práctica,
especialmente hoy cuando Washington está aumentando su campaña fascista a
escala continental contra América Latina. El segundo tipo de problemas tiene
que ver con la importancia crucial de la experiencia latinoamericana para los
nuevos proyectos más alla del capitalismo que puedan surgir en muchas otras
partes del mundo.
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Publicado por Jorge Capelán para
Comentarios e Información desde Nicaragua el 5/13/2013 08:34:00 a.m.
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