Diagrama del tiempo en un códice medieval, donde se
observa claramente que el fin del mundo ya sucedió, ¡y nosotros sin enterarnos!
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¡Se viene el fin
del mundo!
Juan del Sur
El surgimiento y la difusión de la
superstición, la seudociencia y la anticiencia
son
fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma
científica
y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado
de salud
de una cultura.
Uno puede
ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las
sustentan, a condición de que no
medren con ellas.
El oscurantismo es,
en el mejor de los casos, una forma de escapismo;
en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de
opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!
en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de
opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!
El fin del mundo está sentenciado. Y esto es
científico, o sea, resultado de cálculos rigurosos, aunque la mayoría (por no
decir todos, porque andá a saber) no lo veremos: es seguro que el combustible nuclear de la estrella más próxima a la
Tierra algún día se agotará, terminando así su fase estable y comenzando el
proceso de transformación en gigante roja. Cuando esto ocurra, el Sol se
expandirá enormemente, superando posiblemente la órbita de la Tierra. Es decir,
nuestro planeta se vaporizará. Esto debiera ocurrir en unos 5.000 millones de
años.
Pero hay
otras amenazas más próximas e, incluso, palpables: por ejemplo, el cambio
climático que causamos desde la revolución industrial y del cual somos
directamente responsables. La alteración del clima rompería los delicados
ecosistemas de la Tierra, causando cambios impredecibles que podrían llevar,
quizás no al fin de toda la vida, pero sí a nuestra propia extinción. Además,
el volumen de la población mundial ha excedido largamente la capacidad de carga
sustentable por el planeta: no da para más.
Y, por
si esto fuera poco amenazante, a más tardar dentro de cien años casi todos los
que hoy chancleteamos por este planeta habremos sufrido nuestro fin del mundo
personal.
Sin
embargo hay quienes prefieren ignorar las amenazas reales e inventarse las
propias, tal como los personeros del oscurantismo que vuelta a vuelta se largan
a anunciarnos un fin del mundo —eso sí— con indicación de día y hora. Ahora les
tocó a los creyentes en la sabiduría maya (sabiduría que no les alcanzó a sus
poseedores para prever y conjurar su propia destrucción) pronosticar el fin del
mundo para el 21D, predicción a la que se han adherido otros de su misma ralea.
Por
cierto, hay que reconocer que la mayoría de las personas se ha tomado esto para
el churrete, pero yo les aconsejaría, por ejemplo, a los cristianos, que no
miraran estos delirios con tanta suficiencia, ya que el primero que anunció un
fin del mundo chasqueado fue Jesucristo. Esto puede ser leído, entre otros
evangelios, en Mateo 24. 29-34: “El Sol se oscurecerá, y la Luna no dará su
resplandor, y las estrellas caerán del cielo”,“y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo”, “y enviará sus ángeles con gran voz de
trompeta” y entonces “lamentarán todas las tribus de la Tierra”. ¿Cuándo
sucederá esto?: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que
todo esto acontezca”. ¿Cuál generación?: la de Él (y cuando digo “Él” no me refiero
a NK).
Máscara antigás “apta fin del mundo”: si le falla le devolveremos su dinero.
Pero
no fue esta la única vez que la Iglesia de Cristo se hizo portavoz de una
predicción finalista. En el año 1000 la agitó hasta convertirla en una psicosis
colectiva, generando en personas de todas las clases actos extravagantes. Les
cuento que no pasó nada, pero volvieron a la carga en el 1033, con motivo del
supuesto milenio de la muerte de Cristo. Y, o me equivoco, o el fin del mundo
tampoco sucedió esa vez.
No hace
falta decir el eco que imbecilidades de este tipo encuentran en el periodismo,
como parte de un paquete dogmático que se propone —y logra— instalar el irracionalismo en las
masas, con vistas a favorecer su autoindulgencia acerca de las consecuencias de
sus propios actos.
Por
cierto, es más molesto y comprometedor ser riguroso en el conocimiento de la
realidad y de sus leyes. O, dicho con palabras de Edith Sitwell (las citas del
encabezamiento son de Mario Bunge), “el público creerá cualquier cosa, siempre
y cuando no esté fundamentada en la verdad”.
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