Por Mgter. Mariano Saravia
Hoy jueves, a un día del 7D, llegó
a Buenos Aires una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP),
encabezada por el presidente de su Comisión de Libertad de Prensa e
Información, Claudio Paolillo, que a su vez es el director del semanario
uruguayo Búsqueda.
Paolillo dijo al llegar: “Venimos a ver si, como nos dicen los que nos
pidieron que viniéramos, está en algún estado de riesgo la libertad de
expresión … nos comentaron que hay una situación muy complicada aquí como
consecuencia del famoso 7D”.
El que pidió desesperadamente que venga la SIP a la Argentina fue
Carlos Jornet, director periodístico de La Voz del Interior y presidente de
Adepa, la filial argentina de la SIP. Fue en San Pablo, hace un par de meses.
Paolillo hoy se va a reunir con las senadoras María Eugenia Estenssoro
(CC-ARI), Laura Montero (UCR) y Norma Morandini (FAP), y con los diputados
Patricia Bullrich (UPT), Oscar Aguad (UCR), Federico Pinedo (Pro), Gerardo
Milman (GEN) y Enrique Thomas (Peronismo Federal).
¿Pero de qué y de quiénes realmente estamos hablando? Veamos.
La SIP tiene su sede central en Miami, en un edificio que está en el
1801 de la Tercera Avenida de South West, en Miami Beach. Ese edificio se llama
Jules Dubois, en honor a quien fuera en realidad un coronel del Ejército de lo
Estados Unidos y agente de la CIA. La SIP fue fundada en 1943 y la CIA en 1947.
Y una de sus primeras operaciones de envergadura fue cooptar la asamblea anual
de la SIP en Nueva York en 1950 a través de sus agentes Jules Dubois y Joshua
Powers.
Familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados en el golpe de estado militar en Chile el 11 de septiembre de 1973, apoyado por la cúpula de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP. |
Desde ese momento, la SIP trabajó siempre coordinadamente con la CIA y
como dice la periodista Stella Calloni, “la historia de la SIP es la historia
de los golpes de Estado contra los gobiernos constitucionales en los que estuvo
involucrada. Se presenta como la junta calificadora de la libertad de expresión
en el continente, cuando su papel real es destruir todo intento de rebelión
contra los intereses coloniales y neocoloniales de Estados Unidos”.
Su primera operación a gran escala fue neutralizar en 1952 la
Revolución Nacinalista de Jaime Paz Estenssoro en Bolivia. Inmediatamente
después participó del golpe de 1954 contra Jacobo Arbens en Guatemala. El cuadro
Gloriosa Victoria, del mexicano Diego Rivera, muestra a Eisenhower, la United
Fruit, el dictador Castillo Armas y nuestro inefable Jules Dubois de la SIP (y
de la CIA).
También participaron contra Juan Bosh en República Dominicana, contra
el general Torres en Bolivia y contra Velasco Alvarado en Perú.
Pero quizá la operación más descarada fue la de Chile. Apenas ganó la
Unidad Popular en 1970, viajó a Estados Unidos Agustín Edwards, dueño del
diario El Mercurio. En Washington se entrevistó con el jefe de la CIA, quien
por orden del presidente Richard Nixon le entregó a Edwards un millón
seiscientos mil dólares para iniciar una campaña mediática contra Salvador
Allende que culminaría con el golpe de Augusto Pinochet el 11 de setiembre de
1973.
Esta es la SIP. Mucho más que simplemente el gremio de los dueños de
los medios gráficos del continente. Es cómplice de los genocidios perpetrados
en la segunda mitad del siglo XX contra nuestros pueblos.
Discípulo de Arbilla, censor de la dictadura
Claudio Paolillo |
Hoy llega Claudio Paolillo a la Argentina a monitorear “una situación
muy complicada como consecuencia del famoso 7D”. ¿Y quién es Paolillo?
Es el mejor alumno de Danilo Arbilla, su mentor y su jefe en Búsqueda.
Arbilla, quien oh casualidad, también fue presidente de la SIP y que en 2005
acusó al gobierno de Néstor Kirchner de “tratar con desconsideración a la
prensa” y tener “un proyecto secreto de ley para limitar las actividades de los
periodistas”.
Arbilla, presidente honorario de la SIP, fue director de prensa de la
última dictadura uruguaya. Uno de los decretos de Arbilla como director de
prensa de la dictadura decía: “Se prohíbe la divulgación por la prensa, oral,
escrita o televisada todo tipo de comentario o información, que directa o
indirectamente mencione o se refiera a lo dispuesto por el presente decreto
atribuyendo propósitos dictatoriales al poder ejecutivo, o que pueda perturbar
la tranquilidad y el orden público”.
Danilo Arbilla |
En esos tiempos desapareció Julio César Castro, director del Semanario
Marcha (actual Brecha) y tuvieron que exiliarse otros grandes periodistas
como Carlos Quijano, Eduardo Galeano, Hugo Alfaro y Juan Carlos Onetti.
Durante la dictadura y como resultado de la gestión de Arbilla, digno
representante de la SIP, se clausuraron cerca de 180 medios, se allanaban a
diestra y siniestra las redacciones de los medios, se arrastraban a palos a los
periodistas que se encontraran a los calabozos de la dictadura.
¿Y ahora llegan con su prepotencia de siempre a decirnos qué es la
libertad de expresión?
Que los reciba Oscar Aguad y compañía no es extraño. Pero lo de Norma
Morandini, ex militante por los derechos humanos, no deja de sorprender.
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