A propósito de los saqueos en Argentina
La obscenidad es burguesa
Por Gustavo Robles
“Mucho peor
que robar bancos, es fundar uno”
Bertolt Bretcht
Cuentan los que
saben que lo que se conoce como “sentido común” es en realidad una construcción
cultural basada en la idiosincrasia, usos y costumbres de la sociedad humana.
Es así que surgen montones
de frases populares y posicionamientos ante el entorno, que son comunes a los
individuos que la integran. “Sentido común” es no ir al mar un día frío y
tormentoso, evitar cruzarse un animal peligroso, no pisar vidrio descalzo,
esquivar los problemas, respetar a las autoridades y las leyes... y etc., etc.,
etc. Evidentemente, el sentido común tiene mucho que ver con el instinto de
conservación natural en cada ser viviente y con las relaciones humanas en
sociedad, tanto entre personas como entre éstos y las instituciones. El
problema surge cuando la institucionalidad que condiciona el nivel de
consciencia de las masas lo pergeña un pequeño núcleo de personas para su
propio provecho, cuando las condiciones sociales entran en contradicción con el
instinto de conservación, y cuando las relaciones sociales generan inequidades
que, como en toda fuerza de la naturaleza, conforman la energía latente de una
explosión para equilibrar lo que está desequilibrado. Como el volcán que
explota por la presión de la lava.
En el sistema Capitalista,
esas fuerzas se tensan al máximo permanentemente. A través de aceitadas
maquinarias de aleccionamiento y formación social, que van desde los programas
educativos hasta los medios de difusión, todos al servicio del modo de
producción que le da los privilegios a la burguesía y le permite explotar y
marginar a la absoluta mayoría de la Humanidad. Se crea entonces una cultura,
impuesta por la clase dominante, donde los explotados piensan como quieren los
explotadores que piensen. Ése es el gran triunfo de los capitalistas.
Los saqueos de los días
previos a las fiestas navideñas de este año en diversas zonas de Argentina han
mostrado realidades que quieren ocultarse y que provocan vergüenza, tristeza y
dolor a las mujeres y hombres de buena voluntad que habitan esta tierra.
Primero, porque han mostrado una realidad que desde el gobierno y sus
seguidores se quiere ocultar, que es la inmensa pobreza que aún subsiste en el
país, después de casi 10 años de kirchnerismo. Y segundo, la obscena
“naturalización” de esa pobreza por parte de la sociedad toda. Una cosa tiene
que ver con la otra. “Pobres habrá siempre” reza el dicho popular, y entonces
parece “natural” que haya quienes vivan en condiciones que lastiman la dignidad
humana; no por ellos, si no por los que provocan tal cruel realidad
¿Quiénes se favorecen con
tal “culturización” del imaginario social?: los explotadores.
Es esa “cultura”, ese
“sentido común” instalado por los que dominan la Tierra, los que hacen que ante
cualquier estallido del pobrerío se escandalicen hasta los asalariados, no por
las causas que llevaron a tal estallido, sino por sus efectos. El
problema es “el saqueo” y no la desigualdad que los provoca. Que se haya
generalizado la idea de que ante una agitación los pobres salen de sus casas
“porque sí”; que “sólo” se puede salir si se tiene hambre y no si se está
humillado; que ni siquiera importe si lo que comen es reparto de miseria y
dádiva de lo más básico, sin acceso a la comida que se obtiene dignamente por
el trabajo y con la posibilidad de disfrutarla como otros lo hacen, habla de
una insensibilidad social que avergüenza a la especie ¿Que hubo agitadores?
Pues claro que los hubo ¿Y? ¿qué éxito podrían haber tenido, si no existiese la
masa crítica a la que apuntaban, los pobres que tanto se niegan?
Los burgueses se quejan de
lo que provocan, y la pequeña burguesía de lo que consensua. Porque sería bueno
que todos aquellos que se sienten cómodos viviendo en el Capitalismo sepan que
es el modo de producción el que necesariamente genera la pobreza. Los pobres
son mano de obra barata. Son los que les aseguran a los patrones las tasas de ganancia,
con el salario como variable por excelencia. Y no puede haber nunca ocupación
plena y digna, porque es el mejor aleccionador social, como una Espada de
Damocles, para que no se desborden las aspiraciones de los trabajadores. Es por
eso que, yendo particularmente al caso argentino, el gobierno “nacional y
popular”, después de una década de administrar el país, puede exhibir a través
del Indec que el salario promedio de los trabajadores en Argentina es de $3300,
cuando la canasta familiar ronda los $6500 o los $7000; al mismo tiempo según
la propia presidenta CFK, los banqueros, financistas, empresarios y corredores
de bolsa ganaron “como nunca” en la historia.
Cuando se habla del impresionante
crecimiento de la economía del país desde el 2001 hasta el presente, queda muy
claro quiénes fueron los beneficiarios, a dónde fue a parar toda la riqueza que
los trabajadores produjeron: a los bolsillos de los patrones. Sin ir más lejos,
el Banco Central acaba de informar que durante el 2012 los bancos ganaron el
41% más que durante el 2011. Los mismos bancos que estafaron a la gente tan
explícitamente con el “corralito” de los nefastos Cavallo-DeLa Rúa, la
devaluación de Duhalde y el consenso de los Kirchner.
Nadie fue preso, por
supuesto. Los banqueros pasean su opulencia impunemente por la vida. Mientras
tanto, los ladrones de gallinas purgan sus penas en cárceles en condiciones
oprobiosas.
Los burgueses han armado
toda una institucionalidad para proteger sus privilegios, que es el Estado
Burgués, el Estado Capitalista. Así, las leyes castigan al pobrerío y permiten
el latrocinio de los poderosos. A ello, también, contribuyen los propios
explotados, aportando a la construcción de la imagen “respetable” de los más
grandes ladrones de la sociedad humana.
En Argentina, los banqueros se roban el 30% del
dinero que prestan.
Los patrones se roban la riqueza que producen sus obreros
Las corporaciones se roban las riquezas naturales y estratégicas que pertenecen a todo el pueblo.
Los funcionarios del Estado Burgués roban del peculio público para enriquecerse
Los patrones se roban la riqueza que producen sus obreros
Las corporaciones se roban las riquezas naturales y estratégicas que pertenecen a todo el pueblo.
Los funcionarios del Estado Burgués roban del peculio público para enriquecerse
Todos se organizan en el
Capitalismo para robarle al pueblo y gozar de sus vidas a costa de la
explotación, los pesares, la angustia y el sufrimiento de las mayorías
asalariadas y marginadas. Sin embargo, estos canallas son aplaudidos hasta por
sus víctimas. Los llaman “señores” y hasta les rinden pleitesía. Pero cuando el
pobrerío se harta de ser pobre, de no poder gozar por un instante las mieles de
la vida, de ser mancillado y humillado por los que ostentan su riqueza mal
habida, estalla y sale de su ranchos y saquea un pan, un vestido o una pc, el
escándalo lo desatan aquellos que provocan la desigualdad y la injusticia.
Cuando una persona se apropia sin pagar de una mercancía, es un robo.
Si una banda hace lo mismo, también es un robo. Pero si miles de personas
carenciadas salen a tomar lo que permanentemente se les enrostra y se les
niega, suena bastante a acto de justicia. El capitalismo combina perversamente
la opulencia, el consumismo y la ostentación con la pobreza que sólo puede
desear lo que le muestran en la cara.
Como dato de color cabe
mencionar que, casualmente, en el discurso enjuiciador de la pobreza se
pusieron de acuerdo la “Corpo” y la “Korpo”.
Demostrando una vez más que
defienden los mismos intereses de clase, opuestos a los de la mayoría de los
mortales
Por más represión y control
que se ejerza, por más que se demonice a los humillados de la tierra, por más
que se les pise la cabeza o se los quiera ocultar debajo de la alfombra, la
obscenidad de las desigualdades que produce el capitalismo generará
indignación, desprecio y resentimiento de manera permanente. Mientras haya
pobres, habrá injusticia. Y mientras haya injusticia, la posibilidad de que la
sociedad tiemble como ahora estará siempre en ciernes
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