El 17 de Diciembre, se recuerda la muerte del libertador Simón
Bolívar, militar patriota destacado de la Emancipación Americana frente al
imperio español. Contribuyó de manera decisiva a la independencia de las
actuales repúblicas de Colombia, Bolivia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Simón Bolívar llegó a Santa Marta el 01 de diciembre de 1830 en estado
de postración tras una penosa travesía por el río Magdalena desde Bogotá y a
pesar del buen clima y las atenciones recibidas, su salud empeoró a los pocos
días, teniendo algunos momentos de lucidez que le permitieron dictar su
testamento y su Última proclama, donde un Bolívar gravemente enfermo clamó
porque su muerte por lo menos permitiera la consolidación de la unión y la
desaparición de los partidos.
“¡Colombianos! Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la
libertad, donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés,
abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separe del mando cuando me
persuadí de que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de
vuestra credulidad y hollaron lo que es más sagrado, mi reputación y mi amor a
la libertad. He sido víctima de mis perseguidores y me han conducido a las puertas
del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo
haceros la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro otra gloria que a la
consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la
unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno, para liberarse de la
anarquía: los Ministros del Santuario, dirigiendo sus oraciones al cielo; y los
militares empleando la espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye a
que se cesen los partidos, y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al
sepulcro”.
Grandes dificultades encontraron las provincias rebeldes al dar sus
primeros pasos en el difícil camino hacia su conformación como naciones
independientes. Además de los enemigos externos, es evidente, que aunque había
unidad de las clases sociales que conformaban la sociedad americana, en cuanto
a la necesidad de obtener la independencia económica y política frente a la
corona española, otra era la realidad al momento de entrar a definir el camino
a recorrer de ahí en adelante.
Unas eran las aspiraciones de las grandes masas de esclavos, indios y
campesinos pobres que soportaban sobre sus espaldas todo el peso de la
explotación y dominación española, condenados a una subsistencia que los
mantenía al borde de la muerte por física hambre; y otras, las del notablato
criollo, descendiente directo de los españoles, poseedor de haciendas,
comercios, minas y riquezas, cuya aspiración era tomar el control de la
administración del Estado y la derogación de medidas impuestas por la corona,
que los gravaba con impuestos y limitaba su participación en la vida económica
y en consecuencia los privaba de enormes ganancias.
188 años han transcurrido desde cuando el Mariscal Antonio José de
Sucre, al frente del Ejército Libertador sellara con la victoria de las armas
patriotas nuestra independencia de España. En su proclama, valorando la
trascendencia del triunfo americano dijo el Libertador: “Soldados, habéis dado
la libertad a la América Meridional y una cuarta parte del mundo es el
monumento de vuestra gloria: ¿donde no habéis vencido? Colombia os debe la
gloria que nuevamente le dáis, el Perú vida, libertad y paz. La Plata y Chile
también os son deudores de inmensas ventajas. La buena causa: la causa de los
derechos del hombre ha ganado con vuestras armas su terrible contienda contra
los opresores; contemplad pues, el bien que habéis hecho a la humanidad con
vuestros heroicos sacrificios”.
No eran ajenas al Libertador las dificultades que todavía habría que
vencer para consolidar la libertad conquistada a tan alto precio y con tan
enormes sacrificios. En el transcurso de 14 años de guerra, había conocido
hasta la saciedad la sinuosa conducta de la aristocracia criolla y sabía
perfectamente que expulsada España de territorio americano, era necesario
completar la obra de la liberación con una revolución social que acabara con la
esclavitud, que redimiera de su condición a los indígenas comenzando por
devolverles sus tierras, que llevara educación al pueblo y que hiciera del
ejército garante de la soberanía y bastión de respeto por los derechos
ciudadanos, entre otros propósitos. En esa brega, donde la intriga, la traición
y la componenda, son las armas de sus enemigos; donde, ya no la gloria y la
libertad, sino las ambiciones personales de sus opositores son el objetivo, el
Libertador, necesariamente tenía que ser derrotado. Allí, en esos sórdidos
terrenos, solamente podían triunfar los genios del mal. Como efectivamente
ocurrió.
Las consecuencias para nuestro pueblo no pudieron ser peores, el
paisaje que se dibuja ante nuestros ojos así nos lo confirma. Transformarlo,
culminar la obra de nuestros libertadores, es la tarea que nos corresponde a
las actuales generaciones.
De forma paralela al historial de agravios, nuestro pueblo ha ido
escribiendo gloriosas páginas de heroísmo y resistencia; corre por nuestras
venas sangre libertaria. Jamás ha sido el pueblo colombiano de aquellos que se
resignan o se doblegan dócilmente. Contamos entre nuestros antepasados con la
historia de bravos indios guerreros que prefirieron la muerte a la conquista;
indómitos negros que escaparon de minas y plantaciones para fundar en la selva
comunidades libres; recios campesinos que nunca han vacilado en soltar el
azadón para empuñar las armas contra la tiranía; laboriosos artesanos
fundadores de sociedades democráticas; obreros radicales en la defensa de sus
derechos; valerosas mujeres dispuestas para el sacrificio necesario en aras de
la libertad; hombres de letras que han sabido poner sus conocimientos al
servicio de los humildes; jóvenes prestos a jugarse la vida por un mañana
mejor; sacerdotes rebeldes en comunión con las necesidades de su pueblo;
artistas que con su obra nos dan luces para descifrar la realidad.
Romper para siempre las cadenas de la opresión, es un imperativo moral
y político del momento actual. 202 años de ignominia tienen que ser suficientes
para que los distintos sectores y matices componentes de la nación, comencemos
a juntarnos decididos a tomar en nuestras manos las riendas del país. Unidad en
la diversidad, esta, debe ser la divisa.
Comenzar por intercambiar propuestas y visiones de país desde las
propias perspectivas, a través de encuentros, talleres, marchas, campamentos,
mingas, seminarios, simposios, mesas redondas, reuniones, asambleas; cuanta
forma de contacto tengamos la oportunidad de convocar, sin sectarismos, sin
exclusiones, sin macartismos, sin señalamientos ni censuras de ningún tipo.
Terminar con la fragmentación de las luchas, hacer a un lado lo que nos
distancia y superar la división impuesta por los enemigos de la nación que han
pretendido separarnos creando un falso dilema entre buenos y malos,
totalitarios y democráticos y otros calificativos que inyectados por los medios
de información de la burguesía siembran discordia, cuando encuentran oídos que,
por ignorancia o interés personal o de grupo, les hacen eco, con grave daño
para la causa popular.
Recuperar la soberanía, para formular desde la propia realidad y
necesidades de la nación colombiana, el desarrollo económico del país; el
aprovechamiento racional de los recursos naturales y la protección del medio
ambiente; la propiedad y utilidad de la tierra, el control de los sectores
estratégicos.
Recuperar la soberanía, para trazar de manera autónoma el camino que
redima de su condición los millones de colombianas y colombianos que hoy viven
excluidos socialmente, para diseñar entre todos un modelo de sociedad donde
trabajo, salud, vivienda, educación sean derechos inalienables.
Recuperar la soberanía, para edificar un nuevo régimen político,
realmente democrático, que comience por garantizar la vida de todos los
colombianos sin distingos de raza, credo, posición social, género, convicción
política; que forme al ciudadano en la tolerancia y el respeto por la
diferencia; que garantice la participación directa del pueblo en las decisiones
fundamentales de la sociedad; que haga del ejercicio de la política la más
enaltecedora forma de servicio a la comunidad; que nos permita superar el
conflicto social y armado por la vía política, sin injerencias extranjeras;
sobre la base de erradicar las causas económicas, políticas y sociales que lo
generaron y alimentan.
Recuperar la soberanía, para que el suelo patrio no siga pisoteado por
tropas extranjeras, lo que nos pone en la humillante condición de amenaza para
los pueblos hermanos. Asumir nuestra condición de nación libre, digna de respeto
en el concierto internacional, cuyas relaciones exteriores estén cimentadas en
el derecho de los pueblos a su autodeterminación, la no intervención en los
asuntos internos de otros estados, la amistad y la solidaridad con todos los
pueblos.
Para que Colombia comience a ser protagonista de primer orden de los
procesos de emancipación y transformación social que se viven en el continente
y que han de llevarnos a materializar el sueño de nuestros padres libertadores
y fundadores de la nación.
Con miras a ese histórico y patriótico fin, ponemos a consideración de
las colombianas y colombianos nuestra Plataforma Bolivariana por la Nueva
Colombia y nos comprometemos a impulsar y promover el diálogo con todos los
sectores del país, interesados en el mismo propósito, en esa dirección
orientamos a todas las estructuras guerrilleras, partidarias y del Movimiento
Bolivariano a avanzar en los contactos necesarios con organizaciones, partidos,
movimientos, personalidades, líderes populares y pueblo en general, en el más
amplio espíritu de unidad y fraternidad, manteniendo la compartimentación y
clandestinidad necesarias, aportando lo que esté a nuestro alcance, para tender
puentes y generar los mecanismos de coordinación indispensables a las luchas
del pueblo y al logro de los objetivos señalados.
En la conmemoración del 182 Aniversario de la muerte del Libertador de
América, ratificamos ante el pueblo colombiano y pueblos hermanos, la decisión
irrevocable de mantener enhiestas las banderas de la causa por la liberación de
los pueblos de nuestra América y el Caribe, como fue enseñanza de nuestros
libertadores y el ejemplo que nos legaron Manuel, Jacobo, Nariño, Raúl, Iván,
Jorge Eliecer Gaitán, Rafael Uribe Uribe, el padre Camilo Torres, Jaime Pardo
Leal y todos nuestros héroes y mártires, a quienes rendimos tributo de honor,
al lado de todos los patriotas colombianos, latinoamericanos y caribeños que
ofrendaron su vida en el transcurso de estos doscientos dos años de luchas por
la segunda, real y definitiva independencia.
¡Por la Nueva Colombia soberana, en paz y con justicia social!
¡La patria se respeta, fuera yanquis de Colombia!
Tomado de:
Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia
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