Comandante Tomas Borge, segundo de derecha en lentes oscuros, en la época de la guerrilla sandinista |
Por Winston Orrillo
“Ala sombra de
un grano de sal”, es el libro de poemas que, a poco más de un año del tránsito
a la inmortalidad de su autor, el comandante de la Revolución Sandinista, Tomás
Borge Martínez, llega a nuestra mesa de trabajo. Leerlo, decodificarlo, es
gratísima tarea que nos permite internarnos en el espiritu vivificante de, ante
todo, un ser humano excepcional, un artista de polendas y un revolucionario a
toda prueba.
El volumen es
una verdadera radiografía estética de su creador, en el que se trasunta su
espíritu juguetón, su riquísimo sentido creativo, pero, sobre todo, su
compromiso irrenunciable con la causa de la criatura humana, en su más noble y
alta expresión.
A partir de un
entorno familiar, que canta y encanta, el poeta, el hombre, Tomás Borge, nos
conduce a esa dilatada región donde se produce la creación de un hombre nuevo,
que es el Norte al que, realmente, aspira la poética entera de este ser
excepcional que fue (me resisto a escribir el verbo en pasado) quien muriera de
una complicación pulmonar, cuando desempeñaba el cargo de embajador de su
patria, la Nicaragua sandinista, en el Perú de las actuales anfractuosidades.
Sus poemas,
aunque parezca un lugar común, son el espejo de lo que él era: amables,
nerviosos, apasionados, combativos, elegíacos y ditirámbicos (cuando tenía que
referirse a los prohombres de nuestros días: Fidel, el Che, Carlos Fonseca,Evo
Morales, Rafael Correa, Allende, Torrijos, Kadafi, Kim Il Sung, Cortázar,
García Márquez; y los del pasado que no ha pasado, como Bolívar, Sandino,y esa
mujer excepcional que fue Manuelita Sáenz, la libertadora del Libertador).
La alta
tesitura de estos versos, nos hace difícil la tarea de seleccionar su
perspectiva más conspicua: a veces nos inclinamos por la poesía amorosa (lo
cual es un pleonasmo porque toda su poesía es amorosa: tanto la política,
cuanto la que se refiere a la pareja, como aquella dedicada a Marcela, su
esposa y vero amor: “Este es un asalto/tu amor/ o la vida…//Bésame como nadie/
ha besado/ esa tu boca de monja/ que viola el sexto mandamiento”. O la de
Sebastián, su hijo autista, depositario de su amor alquitarado: “Sebastián dice
pocas/ muy pocas palabras/ Tiene 9 años/ Más antiguo es el volcán Momotombo/ y
todos los volcanes/ y no musitan palabras/ solo estruendos/ como la cólera del
mar/ Pero no dicen te amo/ Sebastián sí”)
Y en este amor
por Sebastián aparece, como en todo gran poeta, la premonición: “Ya lo decidí/
no me iré nunca/ Me quedaré con él/ como el vino/ en un cáliz de piedra/ Igual
que la semilla/ cuando la derriba el viento/ Estaré con él/ seré estrella/ la
carne de su pecho/ arteria cabaña dios/ Seré todo lo que él cree que soy.
Podríamos
pasarnos este artículo, de cita en cita, a cual más bella: bástenos la presente
(del poema “Dos corazones”), para terminar con la incitación a la lectura de
este libro sui generis en nuestra lengua: “Cuando hicimos el amor/ los
corazones corrieron como venados/ perseguidos por una manada de tigres// Y
vimos otros dos corazones/ recién llegados/ brincando como pequeños conejos”.
La obra poética
de Tomás Borge Martínez tiene que ser revisitada: su ciclópea labor
revolucionaria, en el entrañable sandinismo victorioso, puede haberla hecho –lo
cual es altamente injusto- pasar a un discreto segundo plano.
El Comandante Tomas Borge es homenajeado por niños nicaragüenses.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.