Dilma Rousseff, presidente de Brasil |
Página 12
Dilma Rousseff: "Las voces de las calles deben ser escuchadas"
En un breve discurso en Brasilia, la presidenta celebró las multitudinarias protestas en San Pablo y al menos otras 11
ciudades del país: "Brasil amaneció hoy más fuerte. La grandeza de las
manifestaciones de ayer comprueban la energía de nuestra democracia, la fuerza
de la voz de la calle y el civismo de nuestra población".
[1]Rousseff
agregó que es "muy bueno ver tantos jóvenes y adultos (...) juntos con la
bandera de Brasil, cantando el himno nacional, diciendo con orgullo 'soy
brasileño' y defendiendo un país mejor. Brasil está orgulloso de ellos".
El movimiento comenzó hace pocas semanas con un reclamo contra el aumento
de la tarifa de transporte público en San Pablo y se diseminó por todo Brasil,
sumando a ese primer reclamo el repudio a la represión policial, la corrupción
y los gastos millonarios del gobierno en la organización del Mundial de 2014 y
la Copa Confederaciones.
Brasilia, junto a Río de Janeiro y Sao Paulo, fueron las capitales
provinciales en las que algunos grupos de manifestantes "tomaron" los
edificios públicos, como el del Congreso Nacional en la capital federal, la
Asamblea Legislativa en Río de Janeiro y el Palacio Bandeirantes, sede de la
gobernación provincial, en San Pablo.
Rousseff "alabó" el carácter "pacífico" de la protesta,
lo cual, afirmó "evidencia también el trato correcto dado por la seguridad
pública a la libre manifestación popular. Convivieron pacíficamente",
destacó. Reconoció, no obstante, que ocurrieron "actos minoritarios y
aislados de violencia contra personas, contra patrimonio público y privado, que
debemos condenar y cohibir con rigor. Sabemos, gobierno y sociedad, que toda
violencia es destructiva, lamentable y sólo genera más violencia".
Dichos actos, entre los que se cuentan agresiones a la policía, bombas
molotov contra la Asamblea Legislativa en Río y destrozos en al menos cuatro agencias
bancarias de la capital fluminense, "no empañan el espíritu pacífico de
las personas que fueron a las calles democráticamente a pedir por sus
derechos", consideró Rousseff. "Esas voces de las calles deben ser
escuchadas. Ellas trascienden, y esto fue visible, los mecanismos
tradicionales, de las instituciones, de los partidos políticos, de las
entidades gremiales y de los propios medios (de prensa)", aseveró, y
aseguró que su gobierno "está escuchando esas voces".
El movimiento Passe Livre de San Pablo, la agrupación nacida en las
universidades y que ha encabezado las protestas, declaró, por su parte, que
"el destino es claro, único, objetivo y específico: revocar el
aumento" del transporte público.
Según las autoridades, unas 250.000 personas tomaron ayer las calles de
decenas de ciudades para protestar inicialmente contra el alza de los pasajes y
el gasto público en eventos deportivos, como la Copa Confederaciones de fútbol
que organiza la FIFA y el Mundial del año próximo.
Las manifestaciones demostraron que la protesta de los brasileños también
apunta a la pésima calidad de los servicios, la corrupción, la inflación, la
violencia policial y un sinnúmero de asuntos, que revelan un malestar social
generalizado que hasta ahora no se expresaba. Las protestas de ayer fueron
consideradas las mayores registradas en el país desde 1992, cuando una
movilización popular de dimensiones similares contribuyó a la caída del
gobierno del entonces presidente Fernando Collor de Melo, quien dimitió en
medio de un sonado escándalo de corrupción.
Ayer las marchas comenzaron en forma pacífica, pero se radicalizaron
violentamente en las cuatro principales ciudades del país: Río de Janeiro, San
Pablo, Belo Horizonte y Brasilia. En la capital federal la manifestación arrastró
a las calles a unas 7000 personas que llegaron al Congreso Nacional e
intentaron tomarlo. Tras varias horas de tensión, durante las cuales fueron
quebrados algunos vidrios, la Policiía Militarizada ingresó por los fondos del
edificio, reforzó la seguridad del lugar e inhibió al grupo, que acabó
dispersándose.
En San Pablo, donde estallaron las primeras manifestaciones a raíz de un
aumento del costo del transporte, la manifestación convocó a unas 65.000
personas, según el Instituto Datafolha. La demostración se desarrolló en forma
pacífica hasta los últimos momentos, cuando un grupo de manifestantes intentó
invadir la sede de la gobernación provincial y llegó a querer forzar la puerta
principal del Palacio Bandeirantes, sin conseguirlo. La quinta marcha realizada
en San Pablo se celebró después de que el principal grupo convocante, el
Movimiento Passe Livre, llegara a un acuerdo con las autoridades, que se
comprometieron a no usar balas de goma como en las movilizaciones anteriores,
cuando decenas de personas resultaron heridas.
La más violenta de las protestas tuvo lugar en Río de Janeiro, donde los
manifestantes, unos 100.000 según Datafolha, llegaron hasta la sede de la
Asamblea Legislativa. Un grupo apedreó y arrojó bombas molotov contra el
Palacio Bandeirantes, rompiendo gran parte de los vidrios de la fachada, y otro
destrozó al menos cinco agencias bancarias y encendió enormes fogatas en la
puerta del edificio, dejando en su interior a 78 efectivos policiales, algunos
de ellos heridos, bajo amenaza de incendiarlo.
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