JEAN-GUY ALLARD - Estados Unidos, el país con el sistema electoral más incoherente y engañoso del planeta, espera comicios “justos y libres” en Venezuela “como en cualquier otro país del mundo”, afirmó el viernes el vocero del departamento de Estado Mike Hammer.
Mike Hammer |
“Nuestra posición es clara:
esperamos que los venezolanos tengan la posibilidad de expresar sus
preferencias de liderazgo de manera justa y libre”, destacó Jacobson poniendo
implícitamente en duda el valor del sistema electoral venezolano.
Lo ridículo no mata, dicen.
Hammer y Jacobson tal vez no se enteraron que el expresidente norteamericano
Jimmy Carter aseveró hace unos días que el sistema electoral venezolano es el
de mayor calidad en el mundo y Estados Unidos “uno de los peores”.
Una vez más en noviembre
próximo, con la confrontación Obama-Romney, el actual sistema electoral –cuyas
reglas fundamentales fueron establecidas en 1787–, la corrupción generalizada a
través de las contribuciones millonarias ahora ilimitadas de las corporaciones
a los fondos de campaña y la enajenación político-cultural hacen descartar toda
esperanza de una elección presidencial realmente democrática.
Estados Unidos, el país que
tanto pretende imponer su versión de la democracia en cada rincón del mundo,
posee uno de los sistemas electorales más complejos, incomprensibles e
incongruentes del planeta.
Para no extenderse en una
enumeración interminable, aquí unas breves observaciones.
Caso único en el mundo, cada
estado o municipio determina el método de votación: papel con lápiz, cartón con
bolígrafo, tarjeta perforada, aunque cada vez más se favorece el voto
computarizado, manejado por empresas dominadas por intereses republicanos. Los
sistemas de votación dependen de cada estado y, dentro de éste, de cada
condado.
En cada elección, miles de
votantes, aunque formalmente inscritos, son luego excluidos de las listas
electorales, mediante una serie de trucos como – entre muchos otros - el “caging”
que permite eliminar a un elector si no contesta a una solicitud hecha por
correo a su dirección.
La gran mayoría de las víctimas
de tales procesos de exclusión son negros, latinos o miembros de minorías
raciales, un sector de la población más propenso a votar por los demócratas. Un
ejemplo: en la Florida, más del 30% de los hombres negros no pueden votar por
tener antecedentes penales. El Washington Post calculó en más de seis millones,
en todo el país, la cantidad de personas contabilizadas más de una vez.
De acuerdo a las quejas
expresadas al terminarse el escrutinio del 2004, las irregularidades el día de
votación son innumerables: además de la supresión deliberada del voto en zonas
cuyos electores apoyan a los demócratas, de las urnas electrónicas que cambian
el voto, de la anulación arbitraria de sufragios, el cómputo del voto es
deliberadamente manipulado en numerosos distritos. El voto por correo es
constantemente objeto de fraude. En el condado miamense de Broward, en el 2002,
se determinó que 104 000 votos fueron omitidos por las máquinas y hasta 55 000
boletas perdidas en el correo.
El controvertido uso de puestos
de votación electrónicos que no emite recibos al votante, resultados de voto
obviamente sin relación con la clientela electoral, fallos técnicos y demás
desviaciones de resultados son constantemente (e inútilmente) objetos de
denuncias, en cada escrutinio, en el territorio entero.
El ciudadano norteamericano no
vota por su candidato preferido sino a favor de un partido que designará
Grandes Electores cuyo Colegio Electoral luego elegirá al presidente, sin
obligación alguna de respetar el deseo del elector o a dar la presidencia al
candidato con más votos. En el 2000, Al Gore tuvo la mayoría de los votos y
George Bush recibió la Casa Blanca por el número de votos en el Colegio
Electoral.
Cada estado tiene un número de
votos electorales según su población más los senadores con que cuenta, más el
número de representantes a la Cámara Baja. ¿Entendió? ¿No? Normal, la mayoría
de los norteamericanos tampoco.
Casi nadie conoce a los Grandes
Electores, personajes designados por los propios candidatos —parece que a nadie
tampoco le importa su identidad.
El diseño y el rediseño de las
circunscripciones se hace periódicamente en función de los intereses de los
elegidos, según la ubicación de su clientela electoral, de tal forma que la
gran mayoría de los representantes a la Cámara Baja son reelegidos
sistemáticamente.
Las presidenciales tienen lugar
siempre un martes cuando la mayoría de los electores están en el trabajo.
Los medios de comunicación, que
viven de la publicidad comercial de los grandes consorcios y que se benefician
de las campañas millonarias de los grandes partidos, ignoran sistemáticamente a
los candidatos de los terceros partidos. Y evitan criticar al conjunto del
sistema.
Según sondeos, una gran mayoría
de los electores desean elegir al presidente en sufragio universal. De manera
evidente, a pocos políticos les conviene cambiar un sistema que les asegura, en
muchos casos, reelecciones casi automáticas.
¿Hay esperanza de que los
norteamericanos, algún día, tengan un sistema electoral que respete las normas
universalmente reconocidas de voto?
No, mientras hay tipos como el
vocero del departamento de Estado Mike Hammer, que siguen repitiendo inepcias,
sugiriendo que el sistema electoral norteamericano es un modelo para la
humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.