Asilo del creador de Wikileaks en embajada de Ecuador
Ante la persecución judicial, Assange quedó como lo que es: una víctima.
Al darle asilo, Correa reafirmó su condición de humanista, con apoyo en la región
y el mundo. Los imperios, más Obama y Cameron, desprestigiados.
Por Emilio Marín
No hay mejor defensa que un buen
ataque. Desde Sun Tzu hasta San Martín, y desde Carl von Clausewitz hasta Simón
Bolívar, pasando por el cacique Lautaro y tantos otros estrategas, aquella concepción
ha sido bien ponderada y aplicada.
No se sabe si el periodista Julian
Assange habrá leído sobre esos temas, porque su oficio y preocupaciones son otras.
Pero a la luz de sus movidas en el tablero político, no bélico, tras su difusión
de miles y miles de cables secretos que Washington guardaba con mayor celo, parecería
que sí. Que algo sabía de aquellos estrategas.
El domingo pasado se asomó al balcón
de la embajada de Ecuador en Londres y leyó un discurso que tuvo de todo menos letra
defensiva o meramente conservacionista. Pasó a la contraofensiva en todas las líneas,
poniendo en el centro de sus dardos dialécticos a Barack Obama.
La andanada fue de grueso calibre,
pues lo acusó de “amenazar a la libertad de pensamiento y la salud de nuestra sociedad”.
Palabras fuertes pero educadas. Le estaba endilgando al presidente norteamericano
liderar una campaña contra esos valores fundamentales. Podía leerse como que el
imperio se lleva puesta la democracia a escala global, actuando mucho peor que Atila
y sus hunos, de mala fama en el Danubio.
A su vez el fundador de WikiLeaks
tuvo una táctica apenas edulcorada, pues pidió a la Casa Blanca que termine con
la “caza de brujas” contra su persona, su sitio y el personal. De este modo, le
abría una puerta u oportunidad de rectificación, como si no estuviera todo definitivamente
perdido. Difícilmente Obama, metido en una dura campaña electoral donde no quiere
perder ni un voto por derecha, preste atención a aquellas sutilezas. Es casi seguro
que continúe con su persecución, en este caso y en tantos otros (verbigracia, desoyendo
el clamor internacional para que indulte a los Cinco Cubanos presos en Estados Unidos
desde 1998).
De todos modos, la jugada assangesiana es válida.
Si el destinatario no le lleva el apunte, peor para éste pues quedará mal parado
ante la opinión pública doméstica e internacional.
Es que el mensaje del domingo del
australiano no sólo fue escuchado por centenares de personas que habían concurrido
hasta las puertas de la legación ecuatoriana en el barrio de Knightsbridge. Muchísimos
canales de televisión y otros medios llevaron las imágenes y la voz del orador a
millones de personas en el mundo.
Como parte de esa defensa y ataque,
el asilado explicó que el 15 de agosto la policía británica iba a entrar por la
fuerza en la embajada para llevárselo preso y extraditarlo a Suecia. Dijo que no
habían vulnerado la ley porque los manifestantes llegaron hasta el lugar y fueron
“los ojos del mundo”. Que de lo contrario se habría concretado la amenaza formal
del Reino Unido, comunicada a la cancillería ecuatoriana, de ingresar al lugar pisoteando
la Convención de Viena (1961).
Más ofensiva política
El perseguido pegó duro a los flancos
del gobierno estadounidense, al reclamarle que disuelva la investigación del FBI
y prometa no enjuiciar al personal de WikiLeaks. Cómo estará de desprestigiada la
administración Obama que sólo la vocera del Departamento de Estado, Victoria Nuland,
pudo considerar que eran “acusaciones alocadas”. La mayoría de los consultados habría
respondido que eran “altamente verosímiles”.
Assange no se limitó a la defensa
de sus colaboradores. También puso la cara por otros procesados en EE UU por destapar
“ollas podridas”. En un imperio tan descompuesto, suele haber alguna “garganta profunda”
que ventila información y no siempre por dinero. Guerra de Vietnam, Watergate, escándalo
Irán-Contras y un largo etcétera fueron denunciados “desde adentro” por quienes
se arriesgaron a represalias. Fueron los precursores de WikiLeaks.
Lejos de considerarlos “traidores
a la patria”, el australiano les rindió homenaje con nombres y apellidos. “Thomas
Drake, William Binney, y John Kirakou y otros heroicos informantes de los EE.UU.
tienen que ser absueltos y compensados por el duro trabajo que realizaron como servidores
del bien público”, puntualizó. Interesante denuncia. En EE UU y buena parte del
mundo se ignoraba de estos procesos. La CNN, Fox y otras grandes cadenas y diarios
no sacan a relucir esos trapos sucios del Norte…
El Pentágono arrestó al soldado
Bradley Manning y lo acusó de la filtración de los cables. El muchacho sigue preso
y pesan sobre él 22 cargos, alguno de los cuales, como el de “colaboración con el
enemigo”, puede significarle perpetua o aún pena de muerte. Assange acusó a las
autoridades de tenerlo en una prisión militar en el Fuerte Leavenworth en Kansas,
adonde lo llevaron secuestrado pues ni la ONU podía ubicarlo.
“Si Manning
realmente hizo aquello de lo que se le acusa, entonces es un héroe, un ejemplo para
todos nosotros y uno de los prisioneros políticos más famosos del mundo. Tiene que
ser liberado. El miércoles Manning cumplió el día 815 de detención sin un juicio.
El máximo legal permitido son 120 días”, tronó desde el balcón el fundador de WikiLeaks.
Alguien podrá pensar que al hablar
tan bien de Manning, Assange estaba admitiendo implícitamente que fue su informante
y agravaba su situación judicial. Es al revés. Al pasar a la contraofensiva e informar
cómo se han violado los derechos legales del soldado, ahora el mundo está más informado.
Manning sigue en el calabozo de Leavenworth, pero ya no está solo ni indefenso.
El otro punto donde se aprecia
que el asilado está jugando fuerte es su defensa legal, en manos del ex juez Baltasar
Garzón. “Esto supone iniciar las acciones legales en diferentes países, tanto sobre
la situación financiera del sitio como de los bloqueos injustificados que se han
producido”, aclaró el español. En otras palabras, el Reino Unido y EE UU tendrán
que indemnizar por lo que hicieron.
Bravo Correa
La amenaza británica de violentar
la embajada ecuatoriana en Londres abrió otro frente de conflicto, más político
que el de por sí importante asunto humanitario de Assange. Fue una de las habituales
muestras de cinismo y brutalidad combinadas, por parte de un imperio que unas semanas
atrás se había puesto sus mejores galas, en los
Juegos Olímpicos, para mejorar su deteriorada imagen.
Este cronista había advertido que
detrás de las ponderadas ceremonias de apertura y cierre, y de la campaña para adecentar
a la pérfida Albión, continuaba una política rapaz como la denunciada por el poeta
León Felipe.
Este caso confirmó ampliamente
esa política imperial del Foreing Office, que el canciller ecuatoriano, Ricardo
Patiño, definió muy bien: “no podemos conversar con una pistola en la cabeza”. Frente
a las amenazas de violar la soberanía ecuatoriana –la inmunidad de su embajada y
el asilo político concedido por el presidente Rafael Correa el 16 de agosto- los
países de la región concertaron sus voces de repudio.
Santiago O´Donnell, periodista
de de Página/12 y uno de los más conocedores del tema WikiLeaks, dio cuenta de aquellos
apoyos (“Acorralado acorralador”, 20/8), pero no estuvo certero en la cronología.
Escribió: “En orden cronológico, apoyos de Perú, Argentina, votación en la OEA,
comunicado de los países del ALBA, más tarde vendría el apoyo de Unasur”.
En realidad la sucesión fue así:
cancillería de Venezuela, comunicado del ALBA, Evo Morales, Perú, cancillería Argentina,
Unasur y presidente Hugo Chávez, quien hizo una firme advertencia al Reino Unido.
No es cierto que la OEA se hubiera pronunciado en apoyo a Ecuador y mucho menos
a Assange; los miembros del Consejo Permanente de la entidad simplemente acordaron
una reunión de cancilleres para el próximo viernes 24.
La presidenta argentina tampoco
se expidió aún personalmente y sí lo hizo la cancillería. Héctor Timerman estuvo
el pasado domingo en Guayaquil, donde se dieron cita los doce ministros del espacio
sudamericano. La postura de Argentina, que no estuvo entre las primeras en emitirse,
fue correcta y coincidente con el documento regional, acordado fácilmente en veinte
minutos, y leído por el secretario general, el venezolano Alí Rodríguez.
“Atentar
contra uno de nosotros es atentar contra todos”, expresó el canciller argentino,
en sintonía con el documento de Guayaquil. En realidad el primer documento solidario
fue el de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Manifestó
su “indefectible solidaridad con la República del Ecuador” y advirtió “al gobierno
del Reino Unido sobre las graves consecuencias que la ejecución de sus amenazas
tendría para las relaciones con nuestros países”.
Este fue un nuevo elemento a favor
de las diversas corrientes políticas que proponen que Argentina se sume al ALBA.
Allí están los gobiernos más solidarios del mundo. Por ahora la sumatoria está verde,
pero a golpes del viejo imperio que usurpa Malvinas y del otro, que no deja entrar
ni una costeleta ni un limón, puede madurar.
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